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Después de una semana de detención en la cárcel de Devoto y en la de Ezeiza, de los 16 detenidos, pasados los incidentes en la Legislatura, todavía nadie sabe nada, incluidos los propios detenidos y sus abogados. Por el momento, la jueza Silvia Ramond, y por lo tanto la causa, sigue hermética. Ayer, un grupo de abogados de organismos de DD.HH. se presentó en el juzgado para ser admitidos como representantes, pero no fueron recibidos por la jueza. Los abogados denunciaron que los detenidos “se encuentran en total estado de indefensión”. De los 16, uno es un anticuario, otro un motoquero de una farmacia, un tercero iba a sacar el pasaporte y otro repartía cartas. Todos apuntan contra la jueza Ramond y hay testigos de infiltrados policiales.
La causa por coacción agravada sigue tan entre las sombras como sus 16 detenidos. Por el momento, la jueza Silvia Ramond no tomó decisión alguna sobre su situación. Tampoco admitió la incorporación de abogados designados por los detenidos que aún no lo habían hecho. Ayer, durante la mañana, un grupo de abogados de organismos de DD.HH. se presentó en el juzgado de Ramond para ser reconocidos como defensores. Pertenecían al Movimiento Ecuménico por los Derechos del Hombre, APEL en el Polo Obrero, Liber Pueblo, Correpi, Movimiento Territorial de Liberación, Ceprod, MST, Liga por los Derechos del Hombre y Fidela. Primero, la policía intentó desalojarlos. Después, la jueza les mandó decir por un empleado que dejaran el escrito de presentación. “Presentamos el escrito en el que se nos designaba defensores –sostuvo María del Carmen Verdú, de la Correpi– Ramond decidió que va a traer a los detenidos a la Unidad 28 para ratificar la designación y luego nos va a notificar por cédula que se nos reconoce como representantes legales.” “Nunca me pasó algo semejante”, dijo Verdú.
En síntesis, son 16 las personas que continúan detenidas a raíz, según la policía, de los incidentes del viernes en la Legislatura. Trece permanecen en Devoto y dos hombres y una mujer en Ezeiza. Según los abogados, las detenciones ocurrieron después de finalizados los incidentes y fuera del escenario geográfico. “Estamos muy preocupados –señaló la abogada Graciela Rosbenblum, de la Liga por los Derechos del Hombre–. Esto lo están haciendo más grave de lo que suponíamos. Si efectivamente se concreta el secreto de sumario, por diez días, los abogados no vamos a poder acceder a la causa.”
Uno de los detenidos es un anticuario que había estacionado el auto y se dirigía a su local. Otro, un motoquero que trabajaba para una farmacia. Un tercero, un joven que salía de la estación Catedral y se dirigía a sacar el pasaporte. Tres vendedores ambulantes fueron detenidos varias horas más tarde, en la misma estación de subte. “La prueba de que no tenían nada que ver –señaló Verdú– es que la enorme mayoría no pertenece a ninguna organización y, por eso, no sabía cómo reaccionar y no supieron a qué abogado acudir.”
La experiencia del anticuario sirve de ejemplo: había dejado el auto en un estacionamiento. La mujer se enteró por el encargado y terminó tratando de averiguar en la comisaría 2ª. En la seccional le preguntaron cómo estaba vestido y respondió: “Con un jean”. “Con un jean... tenemos a uno en la morgue, córrase por allá para ver si es el que busca.” Desesperada, la mujer corrió hasta la morgue y supo que no era su marido. Volvió a la 2ª y allí recién le informaron que “su marido está detenido por coacción agravada”. “¿Y eso qué es?”, preguntó ella. “Eso pregúnteselo a la jueza.”
Por ahora, esa pregunta y otras más están colgadas de una percha, porque la jueza no responde ninguna consulta. Al mismo tiempo, lo que se daba como cierta era la versión policial, que situó las detenciones durante los incidentes. Pero no sólo los abogados defensores desmienten la afirmación. El diputado socialista porteño Roy Cortina aseguró a este diario que el viernes pasado “hubo infiltrados. Cuando estaba con la columna de la CTA, yo mismo vi cuando de autos no identificables bajaban hombres vestidos de piqueteros, con palos, y provocaban a los manifestantes. Tenían toda la pinta de policías”.