EL PAíS › LOS HIJOS DE EICHMANN Y EL ATENTADO
La que faltaba
Desde hace casi diez meses, se investiga si los hijos del criminal de guerra Adolf Eichmann participaron del atentado a la AMIA. El juez Galeano aceptó la delirante denuncia de un anciano que se recuperaba de un derrame y leyó sobre los Eichmann en una revista de Guillermo Patricio Kelly.
Por Raúl Kollmann
La causa AMIA nunca termina de deparar sorpresas. La última se produjo esta semana cuando trascendió por primera vez que desde hace casi diez meses se está investigando a los hijos del criminal de guerra Adolf Eichmann en relación con el atentado contra la mutual judía. La descabellada pesquisa se inició a raíz de una denuncia hecha en Tucumán por un hombre de avanzada edad, en proceso de recuperación de un derrame cerebral. Dínamo Espert –así se llama el denunciante– dice que leyó un artículo en una revista que tenía una vinculación con Guillermo Patricio Kelly y “empezó a hacer conjeturas respecto de la relación que podía existir entre los hijos de Eichmann y el atentado” (texto original de la denuncia). Este disparate puso en marcha un expediente, ordenado por el juez Juan José Galeano, en el que se recogieron análisis e informaciones del gobierno alemán, Interpol, la Dirección de Migraciones, el Centro Simón Wiesenthal y otras organizaciones y organismos de la Argentina y el mundo. Como es obvio, los investigadores concluyen que todo es un delirio.
La denuncia
El texto de la denuncia de Dínamo Espert, de 69 años, ya resulta patético. Resulta que Dínamo está casado con Rosa Pascolutti. Cuando el hombre estaba recuperándose del derrame cerebral y realizaba las “conjeturas”, le expuso su teoría a su esposa, que había conocido a uno de los hijos de Eichmann, ya que el criminal de guerra vivió con su familia en Los Potreros, Catamarca.
El párrafo de la denuncia es imperdible: “Movido por la curiosidad, al leer el artículo sobre Eichmann en la revista Nueva, le preguntó a Pascolutti (su esposa) sobre los hijos del criminal de guerra. Como ella se negó a contestar, le preguntó a su primo político, conocido como Yuyi, sobre la relación mantenida por su señora con uno de los hijos de Eichmann. Yuyi le contestó que no había pasado nada, pero también le dijo que los descendientes del criminal de guerra se fueron a vivir a Alemania y volvieron en 1994 y que se encontrarían viviendo en la zona del Delta del Río de la Plata. Dínamo Espert recordó también que en ese año se produjo el atentado y por ello lo relacionó”.
Esta es la base de la denuncia.
El organizador
Adolf Eichmann fue considerado el genio administrativo del genocidio nazi contra judíos, gitanos, minusválidos y opositores políticos. Era el hombre encargado de coordinar los campos de concentración, los movimientos de trenes para transportar a las víctimas, las cámaras de gas y toda la organización del Holocausto. Tras la guerra, Eichmann fue capturado por las fuerzas norteamericanas, pero logró escabullirse a través de la llamada “ruta de las ratas”, una especie de posta que llevaba a los criminales de guerra hasta Italia, donde con cobertura de un obispo vaticano conseguían nueva documentación y salían, por ejemplo, hacia la Argentina.
Eichmann llegó al país en 1950 con el nombre de Ricardo Klement y dos años más tarde estaba viviendo con su esposa, Vera Liebl, y sus hijos Klaus, Dieter y más tarde Ricardo, nacido en la Argentina. Pasaron otros ocho años y la astucia del famoso cazador de nazis, Simón Wiesenthal, sumado a una operación de la inteligencia israelí, terminaron con Eichmann secuestrado en el conurbano bonaerense y llevado clandestinamente a Israel para su juzgamiento. Según afirma el escritor Jorge Camarasa en su libro Odessa al Sur, Eichmann fue en verdad entregado por otro nazi belga, Wilhelm Sassen, quien le estaba escribiendo las memorias al criminal de guerra. Sassen le habría pasado el dato a Wiesenthal y los israelíes, pero como el gobierno de Juan Domingo Perón no respondía a ningún pedido de extradición, se resolvió el rapto. Un comando actuó en Buenos Aires, detuvo a Eichmann cerca de su casa, lo llevó a Jerusalén, donde fuedeclarado culpable en un juicio espectacular. Condenado a muerte, el criminal de guerra fue colgado en mayo de 1962.
Los hijos
Basta hacer simples cálculos para determinar que cuando Dínamo Espert acusa a los hijos de Eichmann no habla de niños. Para ser precisos, el mayor de los vástagos del criminal de guerra, Klaus, nació en 1936, o sea que tiene 66 y el que le sigue, Dieter, acaba de cumplir 60 el 29 de marzo, según consta en el expediente abierto a raíz del caso AMIA.
En verdad, la pesquisa del atentado sólo pudo apuntar como supuesto sospechoso a Dieter, ya que los otros dos hijos de Eichmann no han vuelto al país.
- Ricardo trabaja en una universidad alemana, la de Tubingen, y renegó completamente de su padre.
- En el expediente AMIA se sugiere que Klaus vive en Brasil. Originalmente era el que más había heredado la ideología nazi. Se asoció a grupos de derecha del PJ a los que, cuando raptaron a su padre, se les ocurrió la idea de secuestrar al embajador de Israel en la Argentina con el objeto de hacer un canje. El plan fue desestimado por los más veteranos del grupo. Todo esto ocurrió hace 40 años.
- Respecto de Dieter, los datos de Interpol y Migraciones demuestran que ha estado varias veces en la Argentina, aunque da toda la impresión de que vive habitualmente en Zurich, Suiza. La última vez que estuvo en la Argentina fue en 2001, salió por Ezeiza del 3 de julio de ese año y no regresó más. Se ve que Dieter viene de visita de vez en cuando, ya que aparece entrando y saliendo unas cinco veces en los últimos diez años.
Como es lógico, lo tres hijos de Eichmann nunca fueron acusados de nada y no tuvieron participación alguna en el genocidio.
La investigación
Tras la descabellada denuncia de Dínamo Espert, el juez libró oficios de distinto tipo a la Policía Federal, Interpol, la Dirección de Migraciones y al gobierno de Alemania. El Centro Simón Wiesenthal, cuya filial latinoamericana está a cargo de Sergio Widder, también recibió una cédula policial para que aporte información sobre el paradero de los hijos sospechosos del atentado. Todos los organismos y organizaciones contestaron los requerimientos.
En los más de nueve meses transcurridos de la denuncia, se acumularon unas cien hojas en el expediente, pero como era casi obvio, no aparece ningún dato que vincule con el atentado a los ya veteranos hijos del jerarca. Tal vez lo que más llama la atención al ver el legajo es que en la causa AMIA se omitió la realización de diligencias y pruebas elementales –el motor fue periciado cinco años después del atentado, no se determinó con pruebas de ADN si hubo o no un suicida, hay un listado de gente herida y testigos clave que recién declararon ahora, en el juicio oral, a ocho años del ataque– mientras que se le dedican esfuerzos a una denuncia delirante. Los investigadores levantan los hombros, argumentando no sin razón: “Y, teníamos la obligación de investigar...”.
Tampoco le falta precisión a la respuesta que le dio al juez el Centro Wiesenthal: “Cumplimos en informarle que dentro del trabajo que nuestra institución lleva adelante, no está contemplado ningún interés acerca de los hijos de los criminales de guerra”. O sea que se acusa de genocidio a los jerarcas nazis, pero no es una acusación hereditaria.