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La integración por la que trabajamos
Por Eduardo Sigal*
El modo de integrarse en el mundo es un componente principal del proyecto de sociedad que queremos construir en los próximos años. No es de extrañar, en consecuencia, que la construcción del Mercosur esté hoy en el centro de una intensa discusión de ideas.
En las conversaciones entre los presidentes Sarney y Alfonsín, prólogo de la creación del bloque, la agenda central era la reconstrucción democrática de la región y la afirmación de un clima de paz en una zona que había estado envuelta en mutuas hipótesis de conflicto y hasta en un conato de guerra entre Chile y la Argentina por cuestiones de límites. En los años noventa, el Mercosur vivió el auge de una interpretación que lo circunscribía a un tratado de libre comercio; en esas condiciones, fue escenario de un intenso incremento del comercio interregional, hasta que la crisis brasileña y el colapso argentino lo pusieron en crisis.
No es extraño que surjan problemas y desajustes entre los socios, cuando se trata de recuperar un concepto distinto de integración, orientado al desarrollo productivo de sus países miembros y a la articulación de sus economías. Es entonces cuando se aprecian las asimetrías y, sobre todo, las consecuencias de una política sistemáticamente desindustrializadora en nuestro país durante gran parte de las últimas décadas. Ciertos impugnadores interesados de la integración regional señalan sus brechas institucionales como si su construcción no tuviera historia y como si la buena voluntad pudiera resolver de manera mágica problemas estructurales acumulados en largos períodos.
Brasil y la Argentina han sincerado ampliamente sus problemas y se disponen a encararlos en un proceso que, sin duda, no será sencillo. Mientras tanto, en la reciente reunión de Ouro Preto, el Mercosur alcanzó importantes logros institucionales. Se eliminó el doble cobro de aranceles dentro de la región, con vistas a favorecer el comercio con otros países; se alcanzó un acuerdo de facilitación de negocios orientado a reducir las dificultades para el establecimiento de empresas en países de la región; fueron creados fondos para favorecer la convergencia estructural, desarrollar la competitividad y promover la cohesión social en la región. Desde el punto de vista político, se resolvió avanzar hacia la creación del Parlamento del Mercosur antes de diciembre de 2006. Así también la incorporación como estados socios de Ecuador, Colombia y Venezuela, que se suman así a Chile, Bolivia y Perú que ya tenían esa condición, y la decisión de seguir avanzando en la concertación política y la integración de América del Sur, según lo acordado en la reciente reunión de Cuzco.
Estos son los hechos. Con todas sus dificultades, el Mercosur es el puntal de la inserción de nuestro país en el mundo. Fuera de ese laborioso y paciente proceso de acuerdos institucionales sólo están el aislamiento o la apertura indiscriminada, cuyos dramáticos efectos en la economía y en el conjunto de la sociedad argentina ya conocemos de sobra.
* Subsecretario de Integración Económica de la Cancillería.