EL PAíS
El turno de las otras víctimas de la masacre
En el juicio por las muertes de Kosteki y Santillán declararon otros tres heridos con balas de plomo durante la represión. Las pruebas incriminan al comisario Fanchiotti y al cabo Acosta.
Por Laura Vales
En el juicio oral por la masacre de Avellaneda comenzaron a declarar los manifestantes heridos con balas de plomo. Ayer lo hicieron Aurora Cividino, Sebastián Conti y Walter Medina, tres de los siete casos de intento de homicidio por los que están acusados el comisario Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejandro Acosta.
El 26 de junio de 2002, durante la represión, los tres manifestantes corrieron para escapar de la policía. Dos cámaras de video –de El Ojo Obrero y ATC– filmaron la secuencia en la que se los ve tratando de alejarse. En ellas se observa también al comisario y su chofer: Fanchiotti ordena avanzar a un grupo de la infantería, luego sobrepasa la línea policial, queda frente a los desocupados y dispara.
Para los peritos balísticos, quienes reconstruyeron la escena en base a los videos y una fotografía, fue el comisario Fanchiotti quien hirió a Aurora Cividino. Ayer, ella fue el primer testigo en declarar. “Yo era miembro de la asamblea de Plaza Dorrego, de San Telmo. Estaba desocupada. El día anterior decidimos concurrir al Puente Pueyrredón a apoyar al movimiento piquetero. Fuimos siete compañeros.”
Cuando comenzaron los disparos, corrió hasta que un golpe en la pierna la hizo caer. Otros manifestantes la levantaron y la cargaron en andas hasta una estación de servicio cercana. “Pensé que me había quebrado. Un médico que se acercó a atenderme me dijo que tenía heridas de bala; hasta ese momento yo no me había dado cuenta.” Había recibido, por la espalda, un perdigón en cada pierna.
La estaban atendiendo, continuó el relato, cuando se acercó un hombre con ropas de civil y ordenó a los que estaban con ella que se dispersaran. Aurora Cividino lo reconocería después como Celestino Robledo, el ex agente de la Bonaerense que aquel día se sumó a la patota policial e incluso detuvo a manifestantes.
Los siguientes testigos de la jornada, Sebastián Conti y Walter Medina, habían ido la protesta con el MTD Aníbal Verón. No existen imágenes del momento exacto en que Fanchiotti y Acosta hicieron fuego contra ellos. Hay, sí, una serie de elementos contra ambos. “Ellos son los únicos que dispararon en ese trayecto, los heridos están en su ángulo de tiro y todos recibieron impactos con munición de guerra”, señaló el abogado de la querella, Claudio Pandolfi.
Ayer, tanto Sebastián Conti como Walter Medina se reconocieron en los videos, donde aparecen en la avenida Pavón cerca de Aurora Cividino. Como ella, también tardaron en darse cuenta de que la policía estaba disparando con plomo. “Sentí un golpe fuerte y vi caer al lado el cartucho de un gas (lacrimógeno). Creí que eso me había golpeado”, recordó Conti. Pero luego sintió un intenso dolor y dificultad para respirar. Un proyectil le había atravesado el pulmón, luego de entrarle por la espalda.
También desde atrás fue baleado Walter Medina, quien consiguió sobrevivir porque unos compañeros pidieron ayuda a un automovilista, que lo cargó en un coche y lo llevó hasta el hospital Evita de Lanús. Allí, dos días después de la represión, lo encontró Página/12 (ver aparte). Con su testimonio empezó a hacerse visible que la policía no sólo había provocado las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki sino que había baleado con munición de guerra a otros manifestantes: treinta y tres, según quedaría registrado en los hospitales.
La presidenta del tribunal, Elisa López Moyano, informó de un problema imprevisto: “varios minutos de grabación” de la indagatoria del cabo Acosta –que declaró la semana pasada– se perdieron. Según la jueza, el equipo de audio es el mismo que se usó en el juicio por la AMIA y funciona mal. Los jueces mandaron a cambiarlo, pero no quedó en claro si la falla había ocurrido por una cuestión meramente técnica, ya que también se quejaron de que “el personal que lo manejó” no había sido “idóneo”. Los abogados preguntaron por qué no había taquígrafos. Se les explicó que su contratación había sido pedida a la Corte Suprema, pero que convocar a dos taquígrafos implicaba un gasto mayor que grabar. El abogado del comisario Fanchiotti, Amílcar Chiodo, comentó que esa mañana había comprado un grabador y tres casetes nuevos. Los puso a disposición del tribunal. Los jueces le respondieron que ya tenían un equipo de audio nuevo.