EL PAíS
“Habría que ordenar los partidos en torno de ideas”
“En nombre de un mismo partido se hacen cosas distintas y en nombre de partidos distintos se hacen cosas similares”, explicó a Página/12 Martín Sabbatella, uno de los referentes independientes del centroizquierda.
“Hay un sistema de partidos que tiene que terminar de morir y uno que tiene que nacer”, considera el intendente de Morón, Martín Sabbatella, parafraseando a Antonio Gramsci. Con 29 años, asumió por la Alianza en 1999. Su gestión fue reconocida internacionalmente por su lucha contra la corrupción y fue electo secretario ejecutivo de la red de ciudades del Mercosur. Tras la implosión del Frepaso, logró su reelección con el 53 por ciento de los votos. Las tijeras de plástico que simbolizaron el corte de boleta contra la marea del PJ se convirtieron en su estandarte. En octubre, nuevamente volvió a vencer al PJ y formó su partido: Encuentro por la Democracia y la Equidad, que se está formando en 70 municipios de la provincia. “El centroizquierda tiene que ser calidad institucional, pero también distribución del ingreso”, afirma, para luego desglosar los obstáculos que existen para lograr unificar los distintos partidos.
–¿Cuál es el estado actual de los partidos tras la crisis de 2001?
–La crisis de representatividad de los partidos políticos venía de antes también y en 2001 estalla. El sistema de partidos hoy está en crisis. Hay un sistema de partidos que tiene que terminar de morir y uno que tiene que nacer. Antes los partidos expresaban ideas y representaban a determinados intereses y sectores sociales. Los partidos tradicionales hoy ya no son lo que fueron: son estructuras pragmáticas, vaciadas de contenido, donde cualquier colectivo los deja bien. Muchas de esas estructuras funcionan con clientelismo, prebendas, toma y daca. El debate de ideas tiene un lugar muy secundario. Habría que intentar ordenar el sistema de partidos en torno de ideas, de principios, de valores. Si esto sucediera, muchos de los que estamos separados tendríamos que estar juntos y muchos de los que están juntos tendrían que estar separados...
–¿Cómo se comportan los partidos “nuevos” como ARI o PRO?
–Lo “viejo” no es solamente los partidos tradicionales. Hay partidos “nuevos” que repiten viejas prácticas políticas. Está todo muy mezclado, confundido, contradictorio. En nombre de un mismo partido se hacen cosas distintas y en nombre de partidos distintos se hacen cosas similares. Falta coherencia entre fines y medios. La ética de los fines y la ética de los medios tendrían que ser lo mismo. Quiero dejar en claro que creo en la democracia y en el sistema de partidos políticos. Pero en los últimos años tenemos una democracia más de personas que de partidos. Ni la democracia ni los partidos pueden estar sujetos a una persona.
–¿Se puede avanzar hacia dos bloques de centroizquierda y centroderecha?
–Es necesario. Creo que el sistema de partidos políticos se tendría que ordenar en torno de ideologías y esto significa que tendría que haber una centroizquierda y una centroderecha. Me siento parte del espacio progresista, de centroizquierda, nacional, popular, democrático. El nombre es distinto según las tradiciones, pero sería importante construir un espacio común, en un proceso de unidad en la diversidad, con mecanismos que nos permitan procesar nuestras diferencias. Hay que discutir en términos de ideas y de prácticas.
–¿Qué forma tendría que tener este espacio?
–Más allá de los fracasos que tuvieron algunas experiencias de frentes en la Argentina, la idea de unidad y de concertación sigue siendo necesaria. Hay diferencias y hay un debate sobre desde dónde y cómo se hace. Hay objetivamente una dificultad en la construcción de ese espacio común, que está atomizado y desparramado.
–¿Quiénes serían los actores que podrían formar parte de esta fuerza?
–Hoy los encontrás en el espacio del kirchnerismo, en el ARI, en el socialismo, en algunos sectores del radicalismo.
–¿Piensa que existe apertura al diálogo entre los distintos sectores?
–Es cierto que no es fácil... Nos resulta más fácil encontrarnos en los festejos de Tabaré Vázquez o la –ojalá– futura presidente Michelle Bachelet que acá. Te encontrás en el Buquebús...
–¿Por qué no se logra esa confluencia acá?
–Hay distintas lecturas y opiniones... Algunos que están hoy en las estructuras de los partidos tradicionales consideran que el debate se da dentro de su partido. Pero el PJ se ha convertido en un lugar donde antídoto y veneno están en el mismo lugar. Los que quieren construir genuinamente el centroizquierda desde ese lugar consideran que esto es natural en un proceso de etapas. Yo creo que es un error y que, con las reglas de ellos, ganan ellos siempre.
–Usted siempre toma como modelo al Frente Amplio uruguayo, cuya construcción implicó consensos a largo plazo. ¿Qué falta en la Argentina?
–En la Argentina existe esta tendencia al cortoplacismo, a la inmediatez, a los atajos o el “como hay uno peor hay que juntarse con el que es menos peor”. Ese fue el error del Frepaso que nació para enfrentar al bipartidismo y terminó aliado con una de sus patas. Hay que recuperar el valor del tiempo en la construcción política, que es a favor de los que menos tiempo tienen, porque consolida una propuesta transformadora de verdad.
–¿Cómo evalúa la designación de Chacho Alvarez al frente del Mercosur?
–Me parece positivo, porque Chacho tiene un compromiso con su tarea y una visión común sobre lo que necesita la región en su integración.
–¿Haría falta un referente que unifique al sector de centroizquierda?
–Hoy no hay un liderazgo excluyente que pueda articular absolutamente todo eso. Puede haber liderazgos parciales. Este es un momento interesante y contradictorio, porque hay un debate abierto y hay un pensamiento de época que para nosotros es positivo. Hay un aire nuevo en el país y en la región y esto tiene que servir para que nos podamos encontrar a debatir desde distintos lugares.
–¿Las diversas posiciones frente al Gobierno interfieren?
–Nosotros hemos decidido que nos movemos en torno de nuestras ideas y podemos acompañar lo que creemos que está bien o criticar lo que pensamos que está mal. Me preguntaban la otra vez si yo era oficialista u opositor. Y para mí las categorías de oficialista u opositor no explican mi posición política. Son tan absolutas y totalizadoras, que en un sistema de partidos tan confuso y contradictorio no sirven. Por eso, puedo acompañar políticas, sin ser parte de un dispositivo que tiene fuertes contradicciones.
–Usted señalaba en entrevistas pasadas una contradicción de Kirchner respecto de sus alianzas. ¿Esta contradicción se profundizó en las elecciones de este año?
–Lo que dije es que había una contradicción entre querer construir herramientas políticas nuevas y utilizar estructuras claramente cuestionadas y ancladas en lo viejo. Hay una contradicción ahí y en las últimas elecciones se demostró que hasta desde un punto de vista pragmático no es necesario: donde no se acordó con esa estructura, también ganaron.
–¿Cree que es posible construir un partido nacional sin estas alianzas?
–Es necesario, porque en algún punto termina debilitando o siendo contradictorio. Pero me parece que es parte de ese debate de cómo se construye y desde dónde. Para mí hay que construir con coherencia, porque el recorrido que uno hace también determina lo que se puede hacer en la gestión. No se puede hacer todo y de cualquier manera. Me pareció un bochorno lo de Borocotó, que demuestra esta lógica de “toma todo” y no importa con quién si suma para un proyecto determinado. Y me preocupa la modificación del Consejo de la Magistratura.
–Pensando un poco en quienes están en la vereda de enfrente, ¿quién podría ubicarse como referente de la centroderecha?
–No... ¡Que lo busquen ellos y ojalá que no lo encuentren! Bueno, han surgido algunos dirigentes, como (Ricardo) López Murphy o (Mauricio) Macri. Está claro que PRO se ubica en los antípodas de mi pensamiento.
–¿Cómo analiza los últimos cambios en el Gabinete y la política de “desendeudamiento”?
–El cambio de Gabinete me generó una expectativa positiva. Lavagna creció al 9 por ciento anual durante tres años, pero no cambió el injusto patrón distributivo de la década del noventa. Por lo tanto, si el cambio implica una distribución más fuerte en términos de equidad, es importante. De la misma manera, el pago al Fondo debería implicar mayor nivel de autonomía y liberarse de los condicionamientos de quien ha sido corresponsable de la crisis social de la Argentina. Pero esa autonomía hay que utilizarla para políticas de distribución del ingreso.
–¿La distribución de la riqueza es un parteaguas entre centroizquierda y centroderecha?
–El centroizquierda tiene que ver con concebir una sociedad para todos y no para una parte. En algún momento parecía ser que se optaba por la calidad institucional o la distribución del ingreso. No puede haber propuestas políticas en la que tengamos que optar por la justicia social en desmedro de la calidad institucional o viceversa. La democracia y la equidad tienen que ir juntos y son inseparables. No va a haber mejor calidad institucional en un mar de pobres y excluidos, ni habrá posibilidad de enfrentar la obscena concentración de la riqueza si no se fortalecen las instituciones. El centroizquierda tiene que ser calidad institucional, pero también distribución del ingreso.
Reportaje: Werner Pertot.