¿Cómo se define una relación comercial en que se venden productos primarios y se compran bienes industriales? ¿Y cuál será el saldo de ese intercambio? Las respuestas a esos dos interrogantes son las siguientes: para el primero, la relación es desigual entre un país subdesarrollado con uno desarrollado; para el segundo, el saldo comercial no puede ser otro que uno negativo. Si muchos piensan que ese vínculo se da entre Argentina y naciones europeas y Estados Unidos no se equivocan, pero también deben incluir en esa relación subordinada a Brasil. Argentina tuvo en 2005 un déficit de 3676 millones de dólares en su balanza comercial con Brasil, casi el doble de 2004.

La consultora Abeceb.com precisó que el año pasado las exportaciones argentinas a Brasil crecieron apenas el 12 por ciento, mientras las importaciones de productos brasileños se incrementaron el 34,5 por ciento. Con el déficit por 374 millones de dólares registrado en diciembre pasado, Argentina suma 31 meses consecutivos con déficit en sus intercambios con su mayor socio comercial dentro del Mercosur. “Un aspecto significativo del intercambio es que Argentina se posicionó como el segundo socio de Brasil, tanto en exportaciones como en importaciones, en ambos casos detrás de Estados Unidos”, destaca el informe. Brasil destinó el año pasado a Argentina el 8,5 por ciento de sus ventas al exterior y el 8,4 por ciento de sus importaciones.

Si se observa el comercio según grandes sectores, Argentina es deficitaria en manufacturas de origen industrial, pero tiene superávit en productos primarios, manufacturas de origen agropecuario y combustibles. “Existe cierta diferencia entre la estructura exportadora a Brasil y la estructura importadora desde allí”, precisa el informe. “Por un lado, alrededor del 59 por ciento de lo que Argentina exporta a Brasil son manufacturas de origen agropecuario, mientras que más del 90 por ciento de lo que le compra Brasil son manufacturas de origen industrial”, señala.

Argentina negocia con Brasil un acuerdo para establecer una “cláusula de adaptación competitiva”, que permitiría a cualquiera de los dos países proteger por un plazo determinado a sectores de su industria sensibles a la competencia de su vecino.