Todo empezó hace 25 años con gente que buscaba desesperadamente lo mismo, familias que buscaban no desintegrarse, no desaparecer con la desaparición de sus familiares. Se fueron uniendo con un pegamento indestructible: el dolor. Esa misma angustia que cruzó mares y los acercó a Asia y Africa, donde sirvieron de ejemplo e impulso. Cuando la fundadora de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Fedefam), Marta Vázquez, hable este 23 de junio en Ginebra, ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, representará a todas esas voluntades, integradas bajo un objetivo común: lograr que la Asamblea General de dicho organismo ratifique una convención contra las desapariciones forzadas.

Ayer, en el Hotel Bauen, a Taty Almeyda, Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, no se la veía cansada: “Más que un acto, éste es un encuentro con gente querida, gente con memoria. Hoy queremos recordar a los desaparecidos con alegría, porque ellos amaban la vida”. Fedefam es un eco de esta actitud de lucha continua.

Se trata de una organización no gubernamental integrada por las Asociaciones de Familiares de países de América latina y el Caribe en los que se practicó o practica la desaparición forzada de personas. Fue fundada en enero de 1981 en San José, Costa Rica, su expansión es testigo de un drama que une a diferentes asociaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y Uruguay.

No es casual que Alba Lanzilotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, pueda dar cátedra a los políticos: “Cuando pienso en los problemas que tiene el Mercosur, que intenta unirse poniendo lo económico como prioridad veo claramente por qué tendrían que aprender de lo que hemos hecho en Fedefam. A nosotros nos unieron el dolor y los problemas que tenemos en común. El Mercosur sólo se va a unir poniendo delante nuestros conflictos sociales, nuestra riqueza cultural... Lo económico vendrá después”.

Durante el encuentro, Vázquez planteó que en la mayoría de los países latinoamericanos “ni siquiera está tipificada la desaparición forzada en el Código Penal. De hecho, en Argentina hace un año que el Senado está por tratarla”. También habló de la situación de Colombia: “En las aldeas le dicen a la gente que se vaya o los matan. Hay más de tres millones de personas que andan deambulando sin casa. Y sin embargo, una llega a Bogotá, está en la ciudad y no se da cuenta de nada”. Vázquez explicó que de ratificarse la Convención, se llenaría un inmenso vacío: la falta de un tratado internacional contra este crimen. “Si tenemos el apoyo de la ONU vamos a poder poner en funcionamiento un grupo de trabajo que intervenga en cualquier país donde haya denuncias. Vamos a poder investigar, ir a otros países y entrar a las cárceles...”. Luego del corto y conciso discurso de Vázquez, se leyeron las adhesiones y las chicas del Ballet Folklórico Ñanduty comenzaron a bailar. Desde las butacas miraban quienes iban a sucederlos en el escenario: Horacio Fontova, el grupo Arbolito, Fabián Alegre y su banda, la cuentista Patricia Rendon y Natalia y Daniel, dos bailarines de tango.

Sobres las sillas vacías, un pequeño folleto daba más detalles sobre lo que se estaba conmemorando. Detrás del leitmotiv: “25 años de lucha. Ni desaparecidos, ni impunidad. Por el derecho a no ser desaparecido. Convención ya” hay hoy una asociación que cuenta con grupos de apoyo para impulsar tareas, actividades o campañas para ayudar a los familiares; que recibe denuncias sobre casos de desapariciones forzadas y realiza gestiones para revertir esta situación, mediante procesos legales y difusión a diferentes organismos internacionales competentes (Fedefam tiene status consultativo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas). En 1981, Vázquez y su fallecida compañera Nélida Galotti viajaron a Costa Rica buscando amplificar su demanda, 25 años después, todavía, admite, “hay países que no saben que tienen desaparecidos”.