Viernes, 1 de septiembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › JUAN CARLOS BLUMBERG ENCABEZO SU CUARTO ACTO, ESTA VEZ EN PLAZA DE MAYO
Ante un público en gran parte mayor y acomodado, Blumberg leyó un petitorio, que no pudo entregar a las autoridades, con sus propuestas para combatir la inseguridad. Tensionado con el Gobierno por las ofertas de candidaturas de la derecha, el empresario intentó no “politizar” el acto, aunque fue muy duro con Solá y Arslanian.
Por Luis Bruschtein
“Nos insultaron, intentaron meternos miedo, nos cortaron los celulares, no nos dejaron ir a la cancha para convocar a este acto, nos sacaron afiches, pero estamos aquí, no nos van a torcer el brazo”, empezó Juan Carlos Blumberg ante la multitud reunida en la Plaza de Mayo, e inmediatamente comenzó a relatar que no había sido recibido por ningún funcionario para entregar su petitorio. Allí se desató una fuerte silbatina provocada por el relato, pero el ingeniero trató de apaciguar a los presentes: “Así no, por favor, por el respeto que le debemos al Presidente, porque si a él le va bien, nos va bien a todos”. De todos modos, el discurso fue planteado como un reclamo a la figura presidencial, al que el público, en su mayoría compuesto por sectores de alto poder adquisitivo y algunos manifestantes de sectores humildes, respaldaba con consignas y aplausos en los párrafos más duros, en un acto que tensionó al Gobierno por los ofrecimientos del centroderecha al ingeniero para candidatearlo en la provincia de Buenos Aires.
Prácticamente desde el mediodía habían comenzado los preparativos de la concentración con la construcción del escenario en la mitad de la Plaza, delante de la Pirámide de Mayo, con una gran bandera argentina como telón de fondo en la que se leía “Por Justicia, por las víctimas, por la vida”. Algunos grupos pequeños de parientes de víctimas ocuparon desde temprano la cabecera del acto con pancartas y fotografías de sus familiares. Algunos tenían también los nombres y las fotografías de los presuntos criminales. Muchos de ellos subieron luego al escenario con sus pancartas.
Sin largas filas de ómnibus ni infraestructura para movilizar, en gran medida por la composición social del acto, la gente fue llegando en forma individual o en pequeños grupos. “Empezamos mal –comentó una señora a otra cuando llegaba a la Plaza–, mirá esos carapeludas”, y señalaba a dos muchachos de barba que hablaban con un policía. Más allá de los esfuerzos de los organizadores por proyectar una imagen más plurisocial, gran parte del público que se convoca en estos actos tiene una actitud más bien conservadora.
Cuando ya había bastante gente en la Plaza, pero todavía estaba raleada, un vendedor de choripanes puso una chapa debajo de una de las palmeras y se dispuso a prender los carbones. “No vas a hacer un asado acá, vos”, lo imprecó una señora mayor de impecable tapado. El hombre, sorprendido primero y después con bronca, tardó en responder: “Es para el Presidente”, le dijo para provocarla. “Y vos sos un insolente”, fue la respuesta de la mujer que dio vuelta la cara y se alejó.
De esta manera se producía un cierto contraste entre el escenario con un discurso que trataba de ser más abarcador y el público, donde resaltaba como una mosca blanca un grupo reducido de piqueteros con sus camisetas amarillas que arribó al acto acompañando a Raúl Castells. Entre los familiares de las víctimas esa composición era más heterogénea, si se la comparaba con la mayoría del público en la plaza.
Pasada la hora de la convocatoria, el público terminó de llenar la porción libre de la plaza y formó una apretada masa hasta cubrir unos metros de la Avenida de Mayo y de las calles laterales. Los organizadores dijeron que había 180 mil personas, en tanto que la Policía Federal contó ocho mil, aunque en ese espacio entrarían entre 15 y 20 mil personas.
En el grupo organizador eran evidentes los esfuerzos por despolitizar el acto y no polarizar con el Gobierno. “Acá la política no existe –declaró Susana Garmin, madre de un chico secuestrado–, la inseguridad escoge a sus víctimas al azar, piense lo que se piense.” Más allá de estos esfuerzos, entre el público, además de Castells, estaban Cecilia Pando, defensora de los represores de la dictadura; el general Cabanillas, acusado de violaciones a los derechos humanos, y otro militar retirado militante de estos grupos, como el teniente coronel Emilio Nanni.
Luego del acto, Blumberg realizó una conferencia de prensa donde rechazó que se presentaría como candidato de PRO en la provincia de Buenos Aires. En gran medida la tensión con el Gobierno se había planteado cuando desde el PRO se hizo saber que le habían ofrecido esta candidatura. En ese momento, el ingeniero aclaró que daría su respuesta al finalizar el juicio a los asesinos de su hijo Axel. Entre los manifestantes se encontraban también los dos principales referentes de PRO, Mauricio Macri y Ricardo López Murphy, así como el dirigente radical Nito Artaza y el ex comisario Luis Patti (ver página 4).
En ese cruce de intenciones, complejo y de alguna manera caótico, de una convocatoria sentida por un sector de la sociedad pero atravesada por sobresaltos, tironeos, visiones opuestas y demás interferencias de la realidad, entre la música que se escuchaba por los altoparlantes se pudo escuchar completa una inesperada versión de “Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia, de tu querida presencia, comandante Che Guevara” que pocos entendieron porque sonaba como rock heavy.
El acto fue abierto y cerrado por el cantante Hugo Marcel con el Himno Nacional primero y con Aurora, después. Luego fue la bendición del pastor evangélico Osvaldo Carnival, el cura Ricardo Fernández Canedo y el rabino Sergio Bergman, que fue muy aplaudido cuando dijo que en el Gobierno “algunos piensan que se trata de una monarquía constitucional”. Luego habló Emilse Peralta, madre de Diego, un muchacho asesinado. “Queremos que nos cuiden, queremos vivir sin miedo”, afirmó.
Por su parte, Blumberg leyó algunos de los once puntos del petitorio que no habían podido entregar al Gobierno. “Se tergiversa lo que nosotros decimos, dicen que solamente pedimos mano dura y más cárceles, pero nosotros decimos que la seguridad es salud, es educación, es trabajo y una vivienda digna, pero también es proteger a los ciudadanos y combatir el delito”.
“La pido de corazón al presidente Kirchner que archive el proyecto oficial de reforma del Código Penal –agregó–, dicen que no es oficial, pero lo hizo una comisión del Ministerio de Justicia encabezado por el secretario de Política Criminal, Sergio Slokar, a los que nosotros les pagamos el sueldo, están todos locos, querían sacar el concepto de reincidencia que existe en todos los códigos del mundo.”
En otro de los once puntos que ha despertado polémicas y que fue el motivo de la convocatoria de Adolfo Pérez Esquivel (ver página 5), se pide “adecuar” la edad de inimputabilidad de los menores “para evitar que sean utilizados para delinquir”. En este marco indicó que hay que “sacar a los menores de la calle y brindarles asistencia educativa y contención” para lo que hay que disponer “en forma urgente la creación de instituciones altamente especializadas que alberguen a los menores”.
Otro de los puntos del petitorio plantea la creación de una comisión pluralista “que tenga como finalidad investigar el incremento patrimonial de los jueces federales en los últimos 15 años” y pidió “que se termine con la droga que circula libremente gracias a funcionarios corruptos e ineficaces”.
También pidió que se urbanicen todas las villas de emergencia de la provincia de Buenos Aires y de la Capital. “Allí vive mucha gente decente y trabajadora que son las principales víctimas de los delincuentes que se refugian en ellas; que nadie diga que no se puede –indicó– porque cuando quieren reformar el Consejo de la Magistratura o tienen que votar los superpoderes sí pueden”, subrayó y levantó una ovación del público. De la misma manera la silbatina y las consignas alcanzaron su punto máximo cuando aludió al gobernador bonaerense Felipe Solá y a su ministro de Seguridad, León Arslanian, a quien cuestionó por “quemar los prontuarios de los delincuentes. ¿De qué lado está, del lado de los ciudadanos o del lado de los delincuentes?”, preguntó, sin tratar de aplacar, en este caso, los fuertes abucheos.
El cierre y la desconcentración se produjeron sin incidentes y algunas señoras, al retirarse, abrazaron y besaron a los policías que formaban parte del operativo de seguridad. “Soy un hombre frontal, no tengo nada que perder porque a Axel ya me lo quitaron”, culminó Blumberg su discurso.
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