Viernes, 1 de diciembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
Contradicciones te da la vida. En una sociedad asumidamente capitalista, en la que los ratings sobredeterminan muchas cosas, la ambición política tiene muy mala prensa. La ciencia preelectoral, en su bolilla uno, enseña que los candidatos deben sobreactuar sus pruritos a serlo, que “la gente” deplora que se menee el tema, que su mera mención debe diferirse todo lo que se pueda. Así que los pretendientes deben arrimarse a la pista como quien no quiere la cosa, dando rodeos, para no perder la carrera antes de la largada. Daniel Scioli se muestra con el Presidente, pasea por Buenos Aires pero rehúye las preguntas frontales. Su instalación no incluye que se asuma lo obvio.
A su vez, Roberto Lavagna sigue avanzando en la construcción de su proyecto presidencial, transitando por surtidos atajos. No es tiempo aún, asevera mientras da uno o dos pasos al frente. Ayer acudió a un método igualmente mediático que la emergencia de Scioli aunque un poco más lineal: publicó una solicitada en algunos diarios, titulándola “Propuesta de Roberto Lavagna a los argentinos”. El texto expresa una serie de “objetivos específicos” y se interna con más detalle en “definiciones sociales y económicas estratégicas”. En general el, ejem, candidato es bastante preciso en materia de objetivos e instrumentos económicos, más genérico en lo que hace a metas sociales. El documento valoriza (como ya venía haciendo) la praxis económica del actual gobierno, hasta su salida. Cuestiona algunas adquisiciones ulteriores, sobre todo las referidas a política de precios. Y menciona las clásicas “asignaturas pendientes” (empleo, formación profesional, deuda social) sin abundar mucho en medidas concretas.
Menudean las críticas a la laxitud institucional del Gobierno, sin tampoco agregar mucho al discurso general de la oposición y al de Lavagna en los meses recientes.
La presentación está hecha a imagen y semejanza del candidato cuyos blasones son su gestión entre 2002-2005 y un perfil de hacedor. Una solicitada es un medio frío que interpela a un público acotado de un modo racional. Para Scioli (cuya empatía personal se basa en elementos emocionales y aunque el vocablo no parezca calzarle, carismáticos) sería un suicidio presentarse de ese modo. En el caso de Lavagna, el medio es el mensaje y el retrato del aspirante.
El documento no fue conversado con los potenciales aliados de PRO y zonas aledañas, pero (¿habría que decir “por eso”?) es un mensaje bastante preciso para ellos. Lavagna convoca a consensuar un programa “de centro progresista”. Nadie mosqueará ante tal envite, nadie se sentirá discriminado ideológicamente porque por acá ninguno se pone la camiseta de la derecha. Mauricio Macri puede decir que es progresista y Ricardo López Murphy parangonarse con Ricardo Lagos, Tabaré Vázquez o aun Lula.
No son, pues, las palabras del precandidato las que marcan la cancha a los prealiados. Son los hechos, el de haberse mandado solo, el de haberse colocado en el rol de postulante a presidente, el de haber cegado alguna hipótesis de cambio de roles. Es obvio que una mesa amplia de conversación entre presidenciables supone que haya un ítem que discuta quién será el cacique de la confederación de tribus. El gesto de Lavagna parece decir que no le asigna sentido a ese debate.
Las ulteriores declaraciones del ex ministro de Economía fulminando a Scioli por candidato multipropósito, porque itineró de Capital a provincia, resaltan su convicción, la de tener un solo rol futuro posible. De rondón pueden ser una astilla para el Bulldog, que aún no resuelve si busca el voto de los porteños o el de los bonaerenses. Y para el presidente de Boca, a la sazón el mejor candidato del macrismo en Capital, en provincia y en la nacional, que ya tiene bastantes tironeos en su propia tropa y en su propia cabeza. Lo que menos necesita es que venga un potencial compañero de ruta a decirle que el menú ya no tiene los platos apetecidos y que deje sus cavilaciones de lado.
Para una sociedad que, se supone, abomina de las candidaturas, hubo en cuestión de horas bastante juego político, amagues, gambetas. Todo en cancha techada, en el ágora mediática.
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