Jueves, 7 de diciembre de 2006 | Hoy
Lo dijo el empresario Enrique Piana antes de ser condenado a cinco años y seis meses de prisión por su participación en la mafia del oro. No iría a la cárcel porque ya estuvo.
Enrique Piana, el empresario que estuvo preso en Estados Unidos acusado de liderar la “mafia del oro”, fue condenado ayer por la Justicia en lo penal económico a cinco años y seis meses de prisión efectiva al encontrarlo culpable de maniobras para contrabandear oro cometidas entre 1993 y 1995, que causaron un millonario perjuicio al Estado. Sin embargo, todavía está pendiente su situación en el expediente principal que se instruye en la Justicia federal, que no tiene fecha de juicio oral y en el que está acusado de asociación ilícita junto con el ex funcionario Jorge Campbel y otros imputados. “Quiero pedir perdón a mis hijos, a mi familia y a la sociedad, porque la Argentina no se merece lo que nosotros hicimos”, dijo Piana ante el Tribunal Oral en lo Penal Económico 1 (TOPE 1) y agregó: “No está bien cagarse (sic) en todos”.
El “arrepentido” fue el único de los acusados –los demás son los ex directivos de Casa Piana Miguel Seligmann y Martín Suárez Anzorena y el despachante de aduanas Miguel Grinspun– que hizo uso de sus “últimas palabras”, y confesó: “Rifé quince años de mi vida para tener un Mercedes y me hago responsable, soy contrabandista, pero no soy el jefe de la organización”. Además, relató que “en Estados Unidos –donde también fue juzgado- me declaré culpable y me fue bien”, y que volvió a la Argentina “para terminar con esto, harto de comprar a funcionarios y a la Aduana”.
En 1997, Piana fue arrestado en los Estados Unidos e hizo un acuerdo de cooperación que incluía no rechazar la extradición y, a su vez, los fiscales norteamericanos se comprometieron con la Justicia argentina a enviarlo apenas pudieran prescindir de él. Regresó al país luego de cinco años, fue excarcelado a fines de 2004 y seguirá libre hasta tanto se realice un cómputo basado en el tiempo que ya pasó detenido.
En su fallo, el TOPE 1 condenó también a tres años de cárcel a Seligmann, en tanto que absolvió a los otros dos, Suárez Anzorena y Grinspun. Además, los camaristas ordenaron que se investigue si funcionarios de la Aduana cometieron delitos en base a denuncias de Piana.
Los jueces Jorge Pisarenco, Carlos Schlegel y Susana Castro de Pellet Lastra impusieron a Piana una pena inicial de cinco años y seis meses al unificar su veredicto con una condena anterior de Piana. El tribunal entendió que tanto él como Seligmann cometieron “contrabando” al realizar “acciones que impidieron o dificultaron el control del servicio aduanero con el propósito de someter a las mercaderías a un tratamiento aduanero distinto al que les correspondía” para su exportación. Las maniobras fueron reiteradas en un total de 364 hechos, en delitos agravados por la “presentación de documentos adulterados o falsos”. La maniobra resultó ser una calesita de oro y plata: Casa Piana vendía supuestas manufacturas sobrefacturadas de oro a sus socios norteamericanos de Handy & Hardman y recibía a cambio reintegros y exenciones impositivas del Estado. Piana admitió haber cobrado 10 millones de dólares por la venta al Banco Quilmes de los créditos fiscales obtenidos de la DGI. Explicó, además, que llegó a tener un millón 700 mil dólares en dos cuentas suizas. El fraude al Estado en términos de posible lavado de dinero ronda los 200 millones de dólares.
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