EL PAíS › EMPEZO AYER LA 26ª MARCHA DE LA RESISTENCIA EN PLAZA DE MAYO

Un llamado para resistir por López

Este año, la consigna principal de la movilización es la aparición con vida de Jorge Julio, el testigo clave del juicio contra el represor Miguel Etchecolatz. Las Madres de Línea Fundadora evocaron las primeras marchas en las que se quedaron 24 horas alrededor de la Pirámide. El cierre es hoy a las seis de la tarde.

 Por Alejandra Dandan

A media hora de las seis de la tarde Plaza de Mayo se preparaba para el comienzo de la nueva edición de la Marcha de la Resistencia, esa concentración que encabezan año a año desde hace 26 las Madres de la Plaza. Esta vez, los organismos de derechos humanos la convocaron bajo un eje: la aparición con vida de Julio López, el testigo clave del juicio contra el represor Miguel Etchecolatz. “Y la necesidad de que se lo considere como víctima de una desaparición forzada, ése es el deseo de las Madres”, dijo Enriqueta Moroni, con sus grandes lentes gruesos, y su pañuelo atado, desde el escenario, cuando dio pie al inicio de la maratón de 24 horas que se sucederá en la plaza donde pasaron y pasarán muchos, entre otros los ex desaparecidos o ex presos políticos y familiares que buscarán rescatar el carácter militante de los desaparecidos.

Pedro Galíndez es el hermano de Gabriel, secuestrado en abril de 1977 en la ciudad de La Plata y cuyo cuerpo apareció asesinado seis meses más tarde. Su hermano, contratista de obra, es uno de los referentes de las organizaciones nucleadas en el Instituto Espacio para la Memoria (IEM), uno de los organizadores de las actividades en la Plaza.

“El rescate de los desaparecidos –explica él– pasa por ellos como militantes políticos, y no como pobres chicos que no se sabe por qué los secuestraron.” Según los organizadores, ésa es la clave de lectura de los actos, afiches y stand pensados para la Marcha de la Resistencia de este año. Y de eso habló el panel de apertura de la marcha que tuvo dos representantes de Madres de Línea Fundadora, uno de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, uno de Hijos y otro de Hermanos.

Allí habló Enriqueta Moroni cuando todo empezó. Las primeras marchas de la Resistencia, dijo, ni siquiera tenían nombre. “Ni me acuerdo si les decíamos así.” Ella trató de explicar cómo empezaron las marchas que durante la dictadura reunieron a un puñado de mujeres, todavía pocas, para pedir por la aparición con vida de sus hijos. Aquellos pasos, se sabe, los dieron en ronda, caminando sin detenerse, bajo la amenaza constante de los militares. Un día de 1981 decidieron no irse, sino quedarse a pasar la noche en ese lugar.

“¿Resistiremos físicamente?”, se preguntaron. “Pero no lo sabíamos –dijo Enriqueta–, y de todas esas preguntas que nos hacíamos entonces no teníamos respuestas pero decidimos que la fecha (para quedarnos en la Plaza) tenía que ser cercana al 10 de diciembre, Día de la Declaración Internacional por los Derechos del Hombre. Y ese año se hizo el 11 de diciembre. Y hubo mucha gente, pero cuando se acercó la noche quedamos pocas.”

Durante el acto de ayer, esos primeros pasos volvieron a ser contados. Y Enriqueta habló de la “gente solidaria” de esa noche “que no tenía ni idea de nada, como un señor que tenía un garaje y nos lo prestó, con los elementos necesarios”. A la mañana siguiente, muy temprano, esas mujeres que seguían dando vueltas a la Pirámide fueron noticia de las radios y eso volvió a acercar a la gente. “Creíamos que íbamos a enterarnos de lo que estábamos buscando: de la verdad sobre nuestros hijos desaparecidos, pero fue todo lo contrario. Entonces la marcha se trasformó en un símbolo de lo que nos estaba pasando.” Ese “dolor se trasformó en lucha y esa marcha que iba a ser única se trasformó en otra cosa”.

Y esa otra cosa fue de lo que hablaron cada uno de los que ayer intentaron actualizarla. El escenario se armó a unos metros de la Pirámide. Poco después de los familiares, subieron el director de teatro Rubens Correa y Gastón Pauls para leer, en su caso, un texto sobre la memoria. Y dijo: “Estar acá es seguir diciendo que la vida tiene algún sentido”.

Graciela Hernández estaba muy cerca de ahí. De colores rojos fuertes en la ropa, estuvo detenida atentamente frente al escenario. Su marido, dos hijos y una cámara de fotos encima. “Somos de Quito”, explicó. Y habló de las Madres. “Madres valerosas que son dignas de ejemplo, no sólo para Argentina sino para América latina.” “Y tú –le dijo a su marido Rafael– ¿Por qué no dices algo?” Y Rafael, habló. “Considero esto un santuario”, dijo y siguió solemne, con las piernas firmes y quietas mientras preguntaba con verdadera curiosidad si no era posible con “estas buenas mujeres” que se “hiciera un partido o algo así como para que conduzcan ellas el gobierno”.

Por detrás, no sólo los turistas se metían entre las carpas montadas sobre la plaza. En una estaban los jujeños, ex detenidos o impulsores de la causa sobre el ingenio Ledesma denunciado por la llamada Noche del Apagón, del 27 de julio de 1976, como eje de las políticas represivas de la provincia. Por la carpa pasaron algunos jóvenes, muy pero muy jóvenes, qué preguntaban qué cosa quería decir el ingenio Ledesma, si era una cosa distinta al azúcar de todos los días.

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Los organismos de derechos humanos ayer en Plaza de Mayo evocaron la primera Marcha de la Resistencia, que se realizó en 1981.
 
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