Domingo, 24 de febrero de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
Repartir lo que no alcanza es todo un dilema. Con esa dura verdad como contexto, en el primer nivel del gobierno argentino se expresó satisfacción por el saldo de la minicumbre gasífera de ayer en Olivos. “Nos vino bárbaro. Politizar la cuestión, ponerla en órbita de los gobiernos es lo que quería Cristina”, salda uno de los ministros comprometido en las tratativas. Conformes dentro de lo posible, vale interlinear.
El cuadro de situación mete vértigo. Los tres países concernidos (Argentina, Bolivia y Brasil) crecen mucho, también en consumo energético. La mayoría de los habitantes del Altiplano sigue sin tener gas domiciliario, pero el consumo general se duplicó desde 2004. Las voluntaristas proyecciones sobre la producción de ese país toparon con bretes surtidos: la crisis política, la feroz oposición, la condición novata del MAS en gestión, por enumerar apenas algunas causas. Aquí y ahora Bolivia no puede honrar las promesas plasmadas con Argentina hace un par de años. Comparada con Brasil, Argentina es un pequeño importador desde Bolivia: su ambición era una remesa diaria de 7,7 millones de metros cúbicos, hoy pasa menos de la mitad.
“Es la espuma del café”, metaforiza un funcionario avezado en el tema “nuestro consumo máximo de 140 millones de metros cúbicos-día”. Se trata de una expresión coloquial: no es pura espuma, por dos razones. La primera es que el Gobierno está jugado a juntar energía de distintas canastas porque la demanda siempre frisa el máximo disponible, o sea que nada sobra. La segunda, que la espuma se deriva en buena medida a países limítrofes. Uruguay, Chile (relación que ya produjo chisporroteos que el Gobierno quiere minimizar), Paraguay. Y, aunque parezca un invento, Bolivia, que compra garrafas.
Pero lo esencial, que los funcionarios no dirán ante el micrófono, es que su primera preocupación es el volumen, mucho más que los precios. El volumen que no sacia una demanda siempre creciente, que remata en producción, crecimiento, empleo... y en algún eslabón de la cadena en votos. Una secuencia que describe la sustentabilidad política y que también obsesiona a Evo y a Lula.
Politizar: El titular de Petrobras, José Gabrielli, había puesto un límite pesado: ni una molécula adicional de gas para la Argentina. “Petrobras es un fierro, una gigantesca empresa, un jugador de verdad, no es igual a Enarsa”, discierne con sensata sorna un propulsor de Enarsa.
Gabrielli –coinciden testigos argentinos– tuvo un rol protagónico en el diálogo en Olivos. “Lula le cedía la palabra muy a menudo, le daba la derecha en todos los temas técnicos.” Petrobras, una empresa de gestualidad imperial que colisionó de frente con el gobierno de Morales, no es un interlocutor manirroto. La Comisión (ejem) trilateral le dará a la relación un sesgo distinto, creen a la vera de Cristina Fernández. Esa presencia estatal que tiene en la cima a presidentes aliados –aspiran– no inventará gas ni lo traerá de regalo, pero podrá funcionar en momentos de urgencia. Si hay una semana de frío intenso –suponen– Lula (que maneja baremos extraeconómicos) arbitrará para que haya una excepción a la regla de Gabrielli.
En tanto, se conformará un grupo político que discurrirá sobre exploración, producción oferta y demanda. Aunque a regañadientes, en el Gobierno aceptan pecar de optimistas en los albores del mandato de Evo, aunque perseveran en su mirada entusiasta. La producción de gas se centra en territorios ajenos a los rebeldes secesionistas, en estos años se han encontrado nuevos yacimientos. Argentina, que paga mejor que Brasil, podría primar en la asignación ulterior.
Porque ya se contó, el precio se paga porque...
...lo importante es el volumen: “Necesitamos un flujo de Bolivia y una mano si hay contingencias, sobre todo en los 25 o 30 días de temperaturas frías extremas”, maquinan en Infraestructura. De Vido está habituado a mover los recursos existentes como quien juega al TEG. Este año incorporará barcazas con gas, un recurso que empinados gerenciadores privados menosprecian y motejan como “africanización”, sin que al Gobierno se le mueva un pelo.
Tampoco pesa el precio del producto, la tesis oficial es que mientras crezcan el PBI y las reservas, las discusiones (en el ágora, que es donde cuenta) se saldarán a favor. El crecimiento convalida la mayor inversión, hasta la necesaria para zafar en la coyuntura, tal es la matriz real del pensamiento oficial.
La ecuación para negociar a futuro es compleja, los estados (presentes en la comisión creada ayer) son solo una parte. Gigantescas empresas completan el elenco. En la Rosada infieren que, después de ayer, disponen de más barajas para negociar con ellas. Alegan que los operadores de Bolivia (Repsol, Petrobras y Tottal por ejemplo) también actúan en Argentina, lo que aumenta la posibilidad de persuadirlos.
“Vamos a incorporar mil megawatts, estamos invirtiendo un millón de dólares por día en Atucha II, la inauguraremos para el Bicentenario.” Un año antes de las presidenciales, razona este diario, falta mucho.
Keynesiano, se obstina por mirar el corto plazo. “¿Y si falta gas en invierno?”, inquiere. “Seguiremos con el plan ‘Energía total’, reemplazar gas por combustible líquido y subsidiar a las empresas.” Se da por hecho que firmarán al pie y que las consecuencias ulteriores volverán los dineros al fisco. Siempre funcionó, carburan y creen que todo verdor perdurará.
Que llueva: El Gobierno, sin verbalizarlo, pone patas arribas una vieja consigna: está persuadido de que lo caro sale barato. O, por contarlo con más extensión y delicadeza, que vale la pena el gasto mientras funcione el circuito: producción, consumo, exportaciones, cosecha de la AFIP y siga la noria.
El Gobierno vive al día, no sin sobresaltos. Todo modo, le va mejor que a sus contradictores. Le profetizaron colapsos energéticos que (por lo menos hasta el cierre de esta nota) no llegaron. Tampoco fueron certeros cuando zarandearon que la inversión en combustibles sustitutos y los pagos excesivos a Bolivia se comerían las reservas, tanto como la prodigalidad electoral. Con debates y elecciones ganados, el Gobierno ni sueña con la autocrítica, ese arte tan ajeno a sus premisas.
La carrera de la producción sigue creciendo, a la par con el consumo de los particulares. La historia, entonces, no tocó a su final, feliz o de catástrofe. Se sustancia día a día, juntando energía de a puchos, inventando fuentes alternativas, comprando. Ayer el Gobierno cargó unos metros cúbicos de política. Su real cuántum se discernirá según pasen los meses.
Diz que en el mediano plazo habrá más holgura, diz que incluso existirá en contados meses. En el ínterin todo suma, incluso mirar al cielo. El Chocón está casi sin líquido, mala fortuna. Pero –la naturaleza es piadosa– en Brasil cayó mucha agua. Buen dato, porque la matriz energética de allí es preferentemente hidráulica, a diferencia de la Argentina. Si el agua da y (dado que Lula banca) podrán ceder algo en el gas o de electricidad si es que pinta. Tal vez el refrán “siempre que llovió paró” reconozca una excepción bajo climas tropicales.
En esa conjunción de decisionismo, gestión de lo escaso, apuesta tenaz al crecimiento sin techo transcurrió el mandato de Néstor Kirchner. En el camino trabó lazos con algunos aliados. En ellos confía, en parte, para seguir en su pulsión por el día a día.
¿Y el largo plazo? Siempre es una materia opcional para los neokeynesianos.
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