Domingo, 24 de febrero de 2008 | Hoy
EL PAíS › JUAN CARLOS BLUMBERG, EN SOLEDAD, CRITICA A SUS EX ALIADOS
Aunque ya no está tan solicitado como antes, cuando todos lo querían en su lista, dice que “la gente me pide que haga una marcha”. Sobre Macri dice: “Te hablan de la nueva política y después te dicen: ‘Tiene que estar mi primo’”.
Por Werner Pertot
Está igual que siempre: de traje negro, con una cinta negra y un pin del Rotary Club. Durante el diálogo con este diario, mostrará dos tarjetas con los celulares de sus dueños escritos a mano: una es de Daniel Scioli; la otra, del jefe de la Policía Federal, Néstor Valleca. “Tengo línea directa”, jura, para probar que convoca como hace cuatro años, cuando movilizaba multitudes y le torcía el brazo al Congreso. O, sin ir más lejos, como el año pasado, cuando recibía ofertas de tres candidatos. Pero a Juan Carlos Blumberg se lo ve solo. Una única secretaria se retira apenas llega Página/12, por lo que sirve las gaseosas él mismo. Hace tiempo que no habla con Jorge Sobisch ni con Mauricio Macri, aunque se acuerda de su familia: ‘Macri se maneja todo con encuestas y el primo había falsificado una’”, acusa.
Sobre el empapelado un tanto desgajado de su oficina conviven recuerdos de su última marcha a la Casa Rosada (la consigna era “vos podés ser la próxima víctima”) y de las del 2004, cuando llegó a convocar a 150 mil personas. En 2007, recibió una oferta de Mauricio Macri para ser candidato a gobernador. También se arrimó a Roberto Lavagna. “Me ofreció bajarlo a Jorge Sarghini y que fuera como segundo mío. Pero decía que lo que dijera Camaño era su palabra. Y Camaño después nos cambiaba todo. Lo que se pacta, no se cumple. Es muy difícil la política”, reflexiona Blumberg.
Luego de que se conociera que no era ingeniero, el líder de PRO le bajó el precio. Blumberg terminó cerrando un acuerdo con Sobisch y derrapó en una doble candidatura a gobernador y diputado bonaerense: sacó menos del 2 por ciento. “Yo no tenía experiencia. Para meterte en política tenés que tener estructuras, equipos y una gran capacidad económica. Hay gente que gasta millones”, advierte. “Eramos novatos y, prácticamente, dinero no había”, acota amargamente Blumberg, pese a que el candidato al que estuvo aliado fue el que más dinero gastó por voto. “¿Cuánto dinero gastaron y no tenían ni partido en la provincia?”, reprocha el padre de Axel, aunque rescata la figura del ex gobernador: “No tengo problema en hablar con él”.
En la Fundación, en cambio, sus íntimos se muestran indignados con el neuquino y discurren hasta denuncias de corrupción: “Sobisch les daba dinero a sus candidatos a intendente: 30 mil pesos para cada uno. Y Blumberg descubrió que se quedaban con la plata y no hacían nada. Lo citó a uno de Monte Grande, que le dijo: ‘No, ¿qué 30 mil? A mi me dieron 15 mil y tuve que firmar que eran 30 mil’. El presidente del MPU se compró dos camionetas cuatro por cuatro con esto. Después Blumberg lo habló con Sobisch, que le contestó: ‘Faltan dos días para las elecciones, ¿qué querés que haga?’”, relató un allegado de Blumberg, que no quiso tocar el tema.
Esa fue su última conversación con Sobisch. La tiene minuciosamente anotada en sus carpetas, al igual que todas las llamadas que recibe. Las carpetas siguen allí, sobre el escritorio, al igual que la estrella de sheriff que le regalaron en California. También siguen intactas sus ideas: insiste en bajar la edad de inimputabilidad y en el registro de ADN para violadores y asesinos: “No tiene cura, en Estados Unidos le hacen un tratamiento químico y no les funciona más el pito”, dice y se ríe.
En sus papeles, hace tiempo que no hay registros de una llamada de Macri. “Quizá me hubiese ido mejor con Macri. Pero si hablamos de una nueva política y cuando empezás a hablar te dicen: ‘Tiene que estar mi primo’, ¿de qué nueva política hablamos?”, le refriega. “El quería que yo esté con él, pero que él era el que mandaba y uno tenía que hacer caso de lo que él dice. Y yo le dije que hago lo que me parece bien. Esto no es una empresa donde uno responde al director”, se queja.
–¿La gente le sigue diciendo ingeniero después de la denuncia?
–Sí. Es terrible –dice Blumberg y saca otra tarjeta–. Este es un amigo mío que es de la Siemens y en su tarjeta dice ingeniero, pero no es.
–¿Lo tenemos que denunciar, entonces?
–Nooooo. Pasa que hay ingenieros diplomados e ingenieros que no son diplomados. Eso fue todo armado. Yo sé bien por quién.
–¿Por quién?
–No, no quiero pelearme...
–Si lo sabe, ¿por qué no lo cuenta?
–Fue De Narváez. Yo tengo relaciones en la SIDE y me contaban que tenían otras cosas para atacarme: por ejemplo, como hice fábricas en Chaco, iban a decir que yo tengo un hijo ilegítimo allá. Todo mentira, pero te arman la operación. Y yo decía que ojalá tuviera otro hijo, porque no tengo.
Pese a todo, Blumberg no descarta seguir en política. “Todavía no lo he decidido. Tengo que ayudar a Scioli y a Stornelli. Con Scioli, hablamos de encontrarnos y charlar”, sugiere. ¿Aceptaría un cargo en el gobierno de Scioli? “Yo voy a ayudar desde donde sea. Scioli tiene convicción política para solucionar el problema de la inseguridad”, lo elogia. Sobre Cristina Kirchner también se muestra prudente: dice que está a favor de la normalización del PJ que lanzó Néstor Kirchner (“Porque hay que tener partidos fuertes”) y también de que ella se refiriera a la inseguridad, aunque desliza una advertencia: “Las últimas dos semanas, la gente está podrida y me llama para pedirme una marcha, pero hay que darle tiempo”.
–¿Cuánto tiempo le daría a Cristina?
–En seis meses se tiene que ver un cambio lógico.
–¿Y cree que, si llama a una marcha, tendrá la misma convocatoria?
–¿Por qué no?
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