Sábado, 5 de abril de 2008 | Hoy
EL PAíS › ESTELA DE CARLOTTO, ABUELA DE PLAZA DE MAYO
La titular de Abuelas advirtió que los jueces parecen “no tener un concepto claro sobre los crímenes cometidos por la dictadura”. Destacó la valentía de “una mujer victimizada”.
Por Diego Martínez
“Esta condena desalienta. La Justicia parece no tener un concepto claro sobre los crímenes cometidos, la indefensión de las víctimas y el agravante de matar a una persona después de torturas salvajes como contexto del robo de niños”, reflexionó Estela Carlotto luego de conocer el fallo del Tribunal Oral Federal 5. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo fue por la mañana a tribunales a escuchar la sentencia, pero ante la postergación volvió a La Plata a organizar su viaje a París, donde se inaugurará el lunes una plaza en homenaje a Madres y Abuelas.
“Los jueces parecen no entender que la falta de un castigo ejemplar es una sanción para toda la sociedad, ya que a corto plazo y con el dos por uno nos obligarán a convivir con los asesinos. Pienso en especial en María Eugenia, qué sentirá ante una condena tan irrisoria”, agregó.
–¿Pudo hablar con ella?
–No pude, estoy preparando el viaje. Ella seguramente está con su abuela, su hermano, los otros nietos. Ya veremos cómo cuestionar esta condena.
–Es la primera víctima que querella a sus apropiadores, ¿lo vive como un triunfo de Abuelas?
–Lo vivo como el resultado de la valentía de una mujer victimizada por la dictadura. Valentía para desafiar a los represores, al matrimonio que la crió, al militar que la sacó de los brazos de su mamá. La criaron con maltratos, desamparo, desatención, y sin embargo es una mujer libre, valiente, con autodeterminación. No es un triunfo de Abuelas. Es un triunfo de ella y de todos los argentinos.
–¿Piensa que quedará como un caso aislado o será el disparador para que otros hombres y mujeres robados denuncien a sus apropiadores?
–En la historia de reconstrucción y reparación de identidades hemos visto chicas que cuando supieron que su padre era represor se cambiaron el apellido. Los nietos que recuperaron su identidad, salvo uno o dos, dejaron de tener contacto con los apropiadores. Y tenemos el caso de una joven que tras recuperar su identidad en La Plata le inició juicio a su apropiador, lo despojó de sus bienes y lo mandó a la cárcel.
–¿Entonces no es el primer caso?
–Es la primera vez que la víctima se presenta como querellante, pero ha habido otras que accionaron de maneras diferentes.
–¿Cómo ve el rol de la Justicia de instrucción? Pienso en el juez Suares Araujo, que citó a un apropiador condenado por su papel en treinta robos de bebés como si fuera un delincuente menor, sin pedir su captura.
–Acabamos de denunciar al juez de San Martín. Cuando volvió la democracia los jueces creían estar ante casos de divorcios, pensaban cómo armar un régimen de visitas. Costó mucho hacerles entender que se trataba de delitos gravísimos y seguimos en lo mismo, nos sigue costando.
–Pasaron treinta años y los militares mantienen intacto el pacto de silencio. ¿Es optimista en que el avance de la Justicia rompa ese pacto?
–Febres le había comentado a su abogado que iba a dar nombres, incluso de superiores. Así le fue: lo mataron. No sé el militar de Córdoba, presunto suicidado, si pensaba confesar algo. Pero no hay casos de represores que salgan del silencio corporativo. Tal vez con el paso del tiempo suceda, pero mientras tanto se nos van muriendo.
–¿Desde el Estado se puede hacer más?
–Sí, sobre todo con el tema archivos. Hay que buscar lo que dicen haber destruido. Puede estar digitalizado o microfilmado en guarniciones militares. Hay que buscar incluso en las casas de estos facinerosos.
–¿Cuántos años más de juicios imagina?
–No puedo dar ese diagnóstico. Seguramente no estaré y los juicios seguirán. Esto va para largo. Esta semana la Presidenta presentó proyectos para agilizar los procesos. La celeridad es clave. Los proyectos les van a fijar plazos estrictos para que las causas no duerman durante años.
–Usted ha contado que su militancia comenzó en 1977...
–La militancia fue con los años –interrumpe–. Cuando empezamos no teníamos idea de que la búsqueda iba a durar toda la vida. Pensábamos que nuestros hijos iban a volver e íbamos a recuperar a los bebés. Eramos ingenuas. La militancia en derechos humanos vino después.
–Le decía que usted ha hecho autocríticas por la indiferencia de la sociedad de la que formaba parte. ¿Dónde se imagina militando hoy si tuviera veinte años?
–Seguramente sería mucho más lúcida y esclarecida políticamente de lo que fui a mis veinte años, en 1950. Vivíamos cada violación a la Constitución, cada golpe de Estado sin mover un dedo. Si tuviera veinte años sería activa, cuestionadora de toda violación a los derechos humanos.
–¿Cómo vive la búsqueda de su nieto en medio de casos que se esclarecen?
–La vivo junto a mis compañeras, las Abuelas, y rodeada de gente joven que trabaja abriendo caminos. Hacemos y hemos hecho muchas cosas significativas, pero queremos hacer más. Ya van a surgir nuevas ideas desde Abuelas para facilitar el encuentro con nuestros nietos.
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