Berlusconi y Marx. El tiempo estipulado para la exposición de cada jefe de Estado en la FAO era de 10 minutos como máximo, pero Lula da Silva habló casi media hora defendiendo la producción de biocombustibles –Brasil es un gran productor– de las acusaciones acerca de que su crecimiento provoca que se produzcan menos alimentos. Cuando terminó, el presidente de la conferencia y primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, lo retó sin mencionarlo con esta parábola: “Una vez Carlos Marx pidió un mes para hablar con los trabajadores y le dijeron que no, que era mucho tiempo. Pidió una semana y no. Pidió un día y luego una hora. A final le dijeron que lo escucharían cinco segundos. Entonces dijo: ‘Trabajadores del mundo, uníos’. Siempre se pueden decir cosas importantes en poco tiempo”.

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Diplomacia. A la comunidad de San Egidio se le da el mote de la “segunda cancillería de la Santa Sede”. Cuando el cronista preguntó a un colega especializado en el Vaticano si la cosa era para tanto, sólo dijo: “Cuando vino George Bush a Italia, una de sus reuniones fue con las autoridades de San Egidio”. Antes de la reunión, la Presidenta había visitado la Basílica Santa María, en el barrio de Trastevere, levantada en el siglo III y remozada en el XII, se la considera la iglesia más antigua de Roma que se mantiene en pie.

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Discurso I. Cuando terminó su discurso en la FAO, la Presidenta recibió el saludo de los jefes de Estado que estaban más cerca de ella. Pero más tarde alguien la llamó por teléfono para felicitarla. Era Lula, con quien había estado reunida el día anterior.

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Discurso II. En el gigantesco centro de prensa de la Conferencia de la FAO había una mesa con los discursos en los idiomas correspondientes a lo que iba a pronunciar cada jefe de Estado. Allí estaban todos menos uno: el de Cristina Fernández de Kirchner. Como es su costumbre, improvisó y por eso la desgrabación llegó a la mesa una hora después de su presentación.