“Encontró un lugar. Ahora es un tipo de referencia.” El análisis que ayer hizo ante PáginaI12 un operador de Julio Cobos es claro y no deja lugar a dudas: el vicepresidente seguirá planteando sus propias posiciones políticas en relación con el conflicto con el sector agropecuario sin importar lo que digan en la Casa Rosada. A sabiendas de que tal vez haya cruzado ya una frontera de la cual no hay retorno posible, Cobos se pondrá a trabajar, además, en la construcción de un espacio político para presentarse en las elecciones del año que viene con o sin el kirchnerismo. “La cercanía la va a definir el propio gobierno, que hoy por hoy es bastante hostil”, señalan en su entorno.

La relación de Cobos con el matrimonio Kirchner no pasa por su mejor momento. Lo admiten en la vicepresidencia y lo reflejan también las críticas que disparan contra el mendocino desde la Casa Rosada. El miércoles pasado la situación se hizo evidente: la presidenta Cristina Fernández anunció obras para Mendoza y Cobos no fue de la partida.

Cobos nunca tuvo un rol protagónico en el esquema de poder K. Su propuesta pública de llevar al Congreso la discusión sobre las retenciones móviles y la posterior decisión de la Presidenta de seguir ese camino le dieron un protagonismo que no había tenido en seis meses de gestión. Hasta ahí no se plantearon cortocircuitos con la Casa Rosada, pero la cosa cambió cuando el mendocino convocó a los gobernadores para analizar en conjunto el conflicto con el sector agropecuario.

Los kirchneristas dijeron que irían, pero uno a uno fueron declinando después el convite. A partir de ese momento empezó un destrato que no parece inquietar demasiado a Cobos, quien sigue sin adherir en un ciento por ciento a la línea impuesta por los K: anteayer recibió al titular de la Federación Agraria de Entre Ríos y emblema de la protesta agropecuaria, Alfredo De Angeli, además de señalar que en el Congreso el Gobierno no debe “buscar votos, sino consensos” y que tendría que “ceder” si los ruralistas demuestran que tienen razón.

“Va a seguir exponiendo sus diferencias porque nadie lo puede correr del lugar donde está, pero además porque le conviene al Gobierno del que forma parte”, sostienen a su alrededor y completan la explicación: “Si encerrás a tu enemigo, la cuestión pasa a ser de vida o muerte. Lo que está en discusión es el trato entre los actores políticos del país; no puede ser que al amigo se le dé todo y al que no piensa igual, sólo pan y agua”.

A Cobos le han escuchado decir por estos días que “se están rompiendo los códigos de convivencia de la propia clase política” y poner un ejemplo al respecto: “No se puede llevar a los gobernadores al borde de un precipicio y pedirles que den un paso al frente”. Quienes lo acompañan aseguran que más de una vez compartió su preocupación en ese sentido y habló de sus iniciativas con el presidente provisional del Senado, José Pampuro, y con el titular del bloque oficialista, Miguel Angel Pichetto.

En el despacho de Cobos niegan que detrás de sus movidas estén –como afirman desde la Rosada– Enrique “Coti” Nosiglia y Raúl Baglini, aunque admiten sus vinculaciones con ambos: “Con Coti tiene buena relación, cuando vino a Buenos Aires paró un tiempo en el Hotel Elevage, que es de Nosiglia. Y Baglini es un hombre de consulta de todos los radicales”.

Promocionan, en cambio, a Dante Caputo y Rodolfo Terragno como estandartes del espacio político que ahora más que antes Cobos se propone construir para competir en las elecciones de 2009 o para discutir espacios con los K dentro de la Concertación Plural. El ex canciller llevó a Terragno a trabajar consigo a la OEA y está tentado de volver a hacer política a la Argentina. Los operadores del vicepresidente apuestan a la figura de Caputo para establecer “una referencia a nivel nacional” y evalúan que junto a Terragno “pueden desestructurar el escenario porteño que hoy monopolizan Macri, Carrió y el Frente para la Victoria”.