Domingo, 9 de agosto de 2009 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
Me envió este texto de Pedro Güiraldes el director de la revista Noticias, Franco Lindner, quien me solicitó una respuesta. Después de entregarla me informaron que había enviado una versión resumida, que apareció en la edición de ayer de esa revista. Notablemente, esta segunda versión conserva los ataques personales, pero omite sus interesantísimas observaciones sobre la política argentina, que ponen en evidencia su intención. La que se publica aquí es la versión completa, a la que respondo.
Pedro Güiraldes muestra la misma preocupación del presidente de la Sociedad Rural Hugo Biolcati por la pobreza y su mismo interés por acabar antes de tiempo con el gobierno que el pueblo eligió hace menos de dos años. Cuando la primera Carta Abierta sostuvo hace un año que se había instalado “un clima destituyente”, no era posible imaginar que alguien lo encarnara en forma tan nítida como esta carta que firma Pedro Güiraldes. El proyecto de un país para pocos destruyó el tejido social argentino desde 1975 hasta 2003 y reaparece ahora con virulencia. Esta carta de Pedro Güiraldes es parte de la ofensiva restauradora. Lo vi pocas veces en mi vida: cuando él era un niño, durante un encuentro casual en la playa, en ocasión del casamiento de una de sus hermanas, nunca en la oficina de su padre. Igual que Marcos Aguinis, hace hablar a los muertos. Aguinis a mi padre, Güiraldes al suyo, ambos convocados como espectros que me condenan. Jorge Fontevecchia reveló ayer en Perfil que esto no es una casualidad: fue Aguinis quien hizo el contacto de Pedro Güiraldes con su editorial. Mi respuesta muy breve: es falso, de cabo a rabo, todo lo que afirma de mí, salvo mi afectuosa relación con su papá. No porque lo diga yo, sino el propio comodoro Juan José Güiraldes, quien refutó en vida las falsedades que ahora escribe su hijo como presunto testigo de hechos que nunca ocurrieron. Al aludir a un amigo que integra los servicios de inteligencia de la Fuerza Aérea, Pedro Güiraldes ofrece un indicio valioso sobre el origen de este tipo de ataques que comenzaron en 1991, cuando publiqué mi libro Robo para la Corona, y se intensificaron en 1995 al editarse El vuelo, mi entrevista con el capitán Adolfo Scilingo, quien confesó el monstruoso método con que se asesinó a muchos detenidos desaparecidos. Uno de los picos de esa difamación ocurrió en 1998 y quien puso las cosas en su lugar fue el comodoro Juan José Güiraldes.
A continuación la carta que me envió y la nota que Ambito Financiero se negó a publicarle. Agradezco a Pedro Güiraldes la oportunidad de hacer conocer estos documentos.
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