EL PAíS
Sabor a desencanto
Por Julio Alak *
Hace 30 años el pueblo argentino rescataba a Perón de las garras de una dictadura acorralada. Viejas y nuevas generaciones peronistas salieron de los barrios más humildes, de las casas de clase media. Y coparon calles y caminos. Juntos desafiaron la tormenta de ese día y otra lluvia, la de la represión gorila que intentaba impedir el encuentro histórico entre el pueblo y su líder después de 17 años de sufrida y combatiente espera. Desde entonces, esa jornada de gloria forma parte de nuestras memorias más queridas, de nuestras lealtades más perdurables. Es el Día del Militante. El día de los mensajeros de nuestra doctrina y de nuestros ideales. De los que dejaron constancia de su larga lucha por los derechos civiles, sociales y políticos del pueblo trabajador. De los que dieron su vida para que no murieran las utopías ni los sueños, ni las “sagradas rebeldías”, como llamaba Perón a los gestos contestatarios. Sin embargo, no podemos engañarnos. Un regusto amargo, un sabor a desencanto, enmarca este nuevo aniversario. Tres décadas después de aquel día de reivindicación y esperanza, la Argentina no es el país que habíamos imaginado. No es la Argentina grande que soñó Perón. Ni la Argentina rebelde que impulsó el corazón de Evita. No es el país de la Independencia Económica, de la Soberanía Política ni de la Justicia Social. Tampoco podemos pecar de ingenuidad ni detener el tiempo con gestos voluntaristas. En 30 años el mundo se dio vuelta como un pañuelo. El último Perón, más sabio que nunca, nos había alertado sobre los nuevos tiempos que llegaban. En este tiempo global y competitivo, dominado por las grandes corporaciones financieras trasnacionales, es impensable una economía nacional autista, que no se integre en bloques regionales para participar activamente en los mercados internacionales. Perón nos dejó una lección. Dijo que había que asumirlo “siendo más argentinos que nunca”.
* Intendente de La Plata.