Martes, 2 de febrero de 2010 | Hoy
Por Sandra Russo
Decía la prestigiosa socióloga Norma Giarracca, en una nota publicada el martes pasado en este diario en respuesta a una nota mía, “Lo destituyente”, que le costaba debatir con alguien que, presume, tiene sus mismas buenas intenciones. Se agradece el respeto, que es recíproco, pero también se aprovecha la ocasión. Es un buen momento para debatir entre quienes no queremos comernos los ojos. Finalmente, ésos son los debates que sirven, los intelectualmente honestos, ya que hay demasiado falso debate alrededor, demasiada cáscara de banana que encubre dinamita y no banana. Hay demasiadas poses periodísticas que encubren operaciones políticas, y hay algo que me angustia y sé que angustia a millones: estamos viviendo un altísimo grado de inseguridad informativa. Los medios concentrados están dando una batalla sucia, y del periodismo queda el decorado. Estamos siendo operados continuamente, ahogados en un clima de desánimo que todo argentino con memoria reconoce. Es el que montan para preceder la “defensa de las instituciones” acabando con ellas.
Yo planteaba en esa nota un tema que en cierto modo es tabú en el progresismo, y vuelvo a eso: hay un sector de centroizquierda, al que no le sustraigo ni un milímetro de su buena fe, que hace una lectura del kirchnerismo que es la que me parece oportuno cuestionar, en un ir más allá de los clichés y los slogans, pero también en la afirmación de otras lecturas que, en mi caso, no provienen de la estructura partidaria ni, desde luego, del interés económico.
Hace más de treinta años que trabajo en medios y a lo largo de esos años defendí siempre las mismas banderas. No son muy distintas de las que defiende Norma Giarracca en su artículo. Los derechos humanos, la equidad social, los derechos de los pueblos originarios, la soberanía medioambiental. Si me pongo a pensar si el kirchnerismo implica una victoria sobre cada uno de esos aspectos, creo que en algunos sí, inequívocamente, como los derechos humanos, y en otros no. Al kirchnerismo no le atribuyo victorias, sino más bien ánimo de pelea. Desde que yo me acuerdo, en lo que viví y no en lo que soñé, éste es el período con más ánimo de pelea justa que recuerde. Lo digo, lo afirmo, lo firmo. No me quiero arrepentir de no haberlo hecho.
Y si me pregunto si el kirchnerismo puede asimilarse con un gobierno de índole neoliberal, como afirma Giarracca y les he escuchado sostener también a dirigentes de ese sector de centroizquierda, me contesto que no, que de ninguna manera, que el perfil económico que leo no tiene nada que ver con el ajuste neoliberal con el que sí amenaza una derecha vigorosa que demoniza a este gobierno, con los medios concentrados de su lado. Esos medios se complacen ahora en hacerles notas a los dirigentes de ese centroizquierda para que completen la demonización de “lo K” por el otro lado. Para acorralar. Si ganan, esos dirigentes, ese discurso tan límpido que ahora propugna no pagar la deuda se esfumará de las pantallas, como se han esfumado uno por uno los intelectuales y los dirigentes que no llegan a los medios con su correspondiente y obligada dosis de antikirchnerismo.
Yo no creo que defendiendo la democracia y, en consecuencia, defendiendo la gobernabilidad ahora se defienda al neoliberalismo, contra el que llevo años escribiendo, gritando, marchando y militando. Es más: finalmente, en este contexto latinoamericano, entiendo al periodismo esencialmente como una herramienta de militancia antineoliberal, y por eso esta respuesta. Porque de la nota de Norma Giarracca queda colgando la posibilidad de que quienes defendemos otras posturas que no demonizan “lo K”lo que estemos haciendo sea precisamente eso. O somos cínicos o somos idiotas. Y ni una cosa, ni la otra.
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