El ex titular de la Policía Metropolitana, Jorge “El Fino” Palacios, amplió ayer su declaración e insistió en desvincularse de Ciro James y las escuchas ilegales. El Fino alegó que no conoce a la mayoría de las víctimas del espionaje y que su relación con James era pura y exclusivamente porque el espía estaba gestionando su ingreso a la Policía Metropolitana. El argumento parece endeble teniendo en cuenta que cruzaron 191 llamadas telefónicas en nueve meses, incluyendo muchas en horas poco habituales –muy temprano a la mañana y muy tarde a la noche– y en feriados. Además hay una coincidencia entre las llamadas y el retiro por parte de Ciro James de las cintas que grababa la SIDE por orden de los jueces misioneros. En este terreno, Palacios sí admitió que envió a James a una reunión con la Procuración de la Ciudad de Buenos Aires. Junto con el jefe de Operaciones de la Metropolitana, Jorge Ontiveros, James fue en representación de esa fuerza al encuentro con Agustín Gamboa, de la Procuración. “Es que James iba a trabajar en el área jurídica”, justificó ayer Palacios. El Fino afirma que el espía estaba por entrar en la Metropolitana, pero que no era su subalterno en el espionaje. El problema es que justamente uno de los teléfonos vigilados era el de Sergio Burstein, dirigente de Familiares de las Víctimas de la AMIA, y quien se oponía a la designación de Palacios al frente de la nueva fuerza policial.

También ayer declaró el ex juez misionero José Luis Rey, uno de los que le ordenó a la SIDE que intervenga los teléfonos de Burstein, del empresario Carlos Avila, de otros empresarios y abogados. Rey se defendió diciendo que fue engañado por policías misioneros, en particular el oficial Diego Guarda, que les insistía con que se estaban interviniendo líneas de personas que, a su vez, podrían tener conexión con prófugos de crímenes y robos. Cuando el fiscal Nisman le preguntó cómo era posible que intervinieran el mismo número en expedientes distintos y que las cintas y desgrabaciones nunca fueran remitidas a Misiones, Rey argumentó que tenían mucho trabajo y no podían controlar todo.