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En octubre de 1985, durante las fases finales del juicio a las juntas, los abogados de Leopoldo Fortunato Galtieri realizaron un alegato largo de cuatro horas. Para defender a su cliente, hicieron una verdadera etiología de la barbarie militar, exhibiendo un detallado catálogo de las ideas que guiaron los actos de su cliente.
- En Argentina hubo una guerra contra la subversión, repitieron los abogados, y todas las guerras están signadas por “la crueldad y el martirio de los inocentes, ya que los antagonistas en modo alguno se detienen a reflexionar si se producen violaciones a los derechos humanos, porque la guerra misma hace desaparecer hasta el mismo derecho a la vida”.
- Después de desaparecer el derecho a la vida, los abogados culparon de todo a los subordinados de su cliente, que simplemente había “comandado su fuerza durante una guerra”. Los abusos a los derechos humanos de los que se le acusaban no pasaban de “libelo acusatorio, postura objetable, tan inusual como indelicada, flagrante como distorsivo error, innecesaria virulencia, alejada groseramente del modelo deseado”.
- Y si todo fuera cierto, habría que dejarlo de lado porque “no querer olvidar, no querer borrar lo sucedido se parece al odio y a la venganza”.
- Como Galtieri estaba acusado por saquear los bienes de sus víctimas, los abogados citaron a un dominico del 1500 que escribió que “es lícito resarcirse con los bienes del enemigo de los gastos de la guerra y de todos los daños causados por él injustamente”.
- El mismo fraile sirve para justificar moralmente las ejecuciones clandestinas: “Matar a los culpables, inclusive una vez obtenida la victoria y puestas las cosas fuera de peligro, porque de lo contrario no quedaría garantizada la seguridad para el futuro si los enemigos no se contuvieran por temor al suplicio”.
- El acusado no se tomó horas para hablar sino 86 segundos. Simplemente declaró su orgullo de haber sido comandante del Ejército y despreció al tribunal diciendo que sólo esperaba el juicio de Dios y de la historia.