El ex director de la sede porteña de CEPAL, Bernardo Kosacoff, negó ser un economista cautivo de Techint. En una comunicación con este diario dijo que la información del tributarista Jorge Gaggero sobre el financiamiento de Techint para el centro de estudios que Kosacoff está montando, “no es correcta. Me considero un profesional independiente. Mi preocupación por la industria hace imposible desconocer a Techint. En mis escritos y en mis clases, con más de 10.000 alumnos como testigos, me he referido siempre a las luces y sombras de esta empresa y otras firmas. Puedo estar equivocado en mis análisis, pero nunca he vendido una idea y trato de contribuir al bien publico”. Gaggero, quien también había dicho que Techint editó un libraco con los artículos que Benny publicó durante treinta años en la revista de la transnacional italiana, admitió que no tiene pruebas documentales sobre el apoyo económico de Techint al centro de investigación, que conoce por referencias orales de colegas. “Creo que a las conducciones de las Universidades y de los centros de investigación, públicos y privados, habría que obligarlos –por ley– a que informen anualmente, en detalle, acerca de sus fuentes de financiamiento y que –con la misma periodicidad– se sometan a una auditoría independiente que certifique la fidelidad de tal información. Este sería un gran avance institucional, que elevaría la calidad y credibilidad de nuestra producción cultural (y, de paso evitaría inconducentes confrontaciones de palabra contra palabra)”. Gaggero añade que hace dos años, durante el Seminario anual económico que organiza Techint vio en persona “los gestos de sorna y adhesión de Kosacoff a las críticas duras y despreciativas al gobierno nacional emitidas entonces por ejecutivos de Techint. Eso me decidió a no concurrir el año pasado”, concluye. En enero, Kosacoff distribuyó a través de Project Syndicate un análisis hipercrítico en el que coincide con las apreciaciones de Rocca. Su título es inequívoco: “¿Puede durar el éxito de Argentina?” Sostiene que es un país curioso, porque en los últimos ocho años mostró indicadores de excepción, con un crecimiento “casi tan dinámico como China”, con un sector empresarial que “está en mejor estado que nunca”. Sin embargo, Benny sostiene que el esquema no es sustentable a largo plazo: considera “dudosa la eficiencia del gasto público” y percibe desconfianza así como “tensiones sobre la nacionalización de los fondos de pensiones y los conflictos con los productores de soja, que se oponen a un aumento de sus de por sí elevados impuestos”, debido a lo cual “están aumentando los temores a una nueva crisis”. Los objetivos que plantea son los de siempre: “racionalizar el gasto público, frenar el crecimiento de la oferta monetaria con el fin de controlar la inflación, frenar las salidas de capital, y abordar las tarifas de los servicios públicos y las subvenciones”, sin olvidar “los altos niveles de exclusión social y pobreza”. La tasa de inflación “está erosionando el superávit externo, debilitando el poder adquisitivo interno y haciendo que se pospongan las inversiones”, que sólo pueden crecer “mediante la creación de un clima de confianza”.