EL PAíS

Hubo dictadura, hay democracia

 Por Roberto Follari *

Ofende a la inteligencia, pero más aún a la sensibilidad que haya irresponsables que pretendan que hoy vivimos una dictadura. No estamos en cualquier país: en éste, hace apenas treinta años y con secuelas que están hoy en pleno proceso público de enjuiciamiento, se secuestró, torturó por años, encapuchó, asesinó a miles y miles de compatriotas. En cambio ahora, con total libertad y sin problema alguno para decir lo que quieran y donde quieran, una mezcla de ignorancia y mala fe se resume en la torpe consigna de “estamos en dictadura”. “Perdónalos, señor, porque no saben lo que hacen”, dice el Evangelio. Y, efectivamente, en este país que entre 1976 y 1983 fue de desaparecidos, presos, exiliados de a miles, exiliados internos, echados del trabajo, perseguidos varios, temor a toda hora de ser encontrados y asesinados, hay quienes insólitamente, con una inocencia digna de mejor causa, insultan a los que entonces sufrieron, con el descaro de llamar “dictadura” a unademocracia de plenas libertades.

Había campos de concentración clandestinos. Había asesinatos múltiples, disimulados en partes militares que hablaban de supuestos intentos de fuga, y espetaban: “Murieron quince subversivos, las fuerzas del orden no tuvieron ninguna baja”. Había rastrillos por manzanas enteras de las ciudades, donde se allanaba violentamente todas las casas una por una, aunque fueran las tres de la mañana. Se bajaba a las personas de los ómnibus y se las revisaba, se veían sus documentos y se cotejaba con listas de perseguidos; se detenía a algunos y nadie se atrevía a preguntar, aunque todos sabían que no se volvería a verlos. Había listas negras en las universidades y fábricas, de donde se echó a miles de profesores, estudiantes y trabajadores, y donde se revisaba también al entrar, a ver si quien lo hacía estaba en alguna lista. Había ruidos nocturnos, frenadas, tiros al aire y a las personas, angustia y desesperación de miles de argentinos que no sabían cuándo podía tocarles la represión en cuerpo propio.

Y ahora se ha avanzado en hacer justicia, a través de los procesos penales en curso. Un caso muy destacable es el sucedido en los últimos días. En el avance sobre las complicidades civiles (que comenzó con varios jueces ligados a la justicia federal de Mendoza), por primera vez está procesado un gran empresario, por la sospecha de su participación en el asesinato múltiple de trabajadores durante aquella época. El señor Blaquier, uno de los dueños del Ingenio Ledesma, es quien deberá responder ahora en la Justicia por muchos trabajadores que fueron secuestrados en una sola noche en predios del ingenio. Una noche horrible y siniestra de la que ahora tendrá que dar cuenta uno de aquellos que es sospechado no sólo de haber acompañado a la dictadura, sino de haber participado activamente de sus métodos.

Es un extraordinario avance; las Fuerzas Armadas se han quejado de que hubo civiles que los llevaron al ejercicio de la barbarie represiva, y que a la hora de delimitar responsabilidades las han dejado solas. Quienes reprimieron no pueden pretender que la instigación por parte de otros atenúe la asunción de sus propias acciones, pero sí corresponde que si hay actores civiles con responsabilidad efectiva (y es evidente que los ha habido), éstos deben dar cuenta de sus actos. Mientras de a poco la memoria va abriendo espacio a la verdad sobre un pasado lúgubre (y esto es un logro democrático indisputable del actual gobierno), está claro para la gran mayoría de los argentinos el significado de la palabra “dictadura”. Horror, oprobio, asesinatos, secuestros, muertes, sufrimiento, cárceles “legales” y clandestinas (a muchos presos legales también se los torturaba), violaciones masivas y reiteradas, torturas y vejámenes interminables y constantes por años, control total y absoluto de la palabra pública y a menudo la privada (por predominio del miedo), más de cien periodistas desaparecidos y/o asesinados.

¿De qué hablan los que hablan de que hoy estamos en dictadura? ¿Es que puede malversarse a esos extremos la expresión pública, es que puede

hablarse así, como si aquellos lamentables episodios de la historia nacional jamás hubieran existido? Lo cierto es que, al margen de quienes pretenden tapar el sol con un dedo e ignorar esos hitos terribles e insalvables de nuestra historia, la necesaria memoria de aquel pasado va haciendo lugar a la justicia. Como en ningún otro lugar del mundo, porque, al revés de lo que se dice desde el desconocimiento, en este tema estamos muy en ventaja como país en tanto nos hemos mostrado capaces de hacer justicia, mientras en casi todas partes donde ha habido parecidos ejercicios del terrorismo de Estado, predominan con los años el disimulo y la impunidad.

* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.

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