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Antes de la asunción de Lula, el Partido de los Trabajadores (PT) era visto con mucha desconfianza por los mercados financieros. Para terminar esta desconfianza, Lula adoptó una estrategia que consiste en una extrema cautela y una continuidad de la política económica del gobierno anterior. Entendió que precisaba radicalizar la aplicación de políticas económicas de corte ortodoxo como, por ejemplo, aumentar la tasa de interés básica y llevar al Congreso el proyecto de reforma previsional, que es más duro que el que intentó llevar a cabo el gobierno de Cardoso.
Estamos ante una situación paradójica: a pesar de ser un gobierno de izquierda, durante estos seis meses, Lula ha seguido una política conservadora. Ha sido más papista que el Papa al implementar una política fiscal y monetaria muy ajustada. Básicamente está siguiendo la misma orientación del gobierno anterior, con una profundización de la agenda conservadora. A esta línea, el presidente Lula la ha presentado como transitoria. Pero creo que él tenía otras opciones. Estoy de acuerdo con que el gobierno tiene que ser cauteloso y no implementar cambios bruscos en el área económica. Lula quiere instaurar una “nueva economía” en lugar de la vieja economía de Cardoso. Sin embargo, creo que Lula no se manejó con total sinceridad: pensó que el nuevo equipo que está en el Banco Central y el Ministerio de Economía sería capaz de encarar una reorientación. Pero el presidente del Banco Central no consigue armar la nueva agenda global para la política económica del gobierno. Considero que Lula tiene razón cuando dice que recibió un país en ruinas. No es una exageración. Pero yo me pregunto: si la política de Cardoso era tan ruin, ¿para qué continuar con este proyecto?

* Economista de la Fundación Getulio Vargas de San Pablo.