Domingo, 8 de junio de 2014 | Hoy
Por Mario Wainfeld
La presidencia anunció una nueva moratoria previsional, proyecto de ley que será enviado al Congreso. El oficialismo cuenta con las mayorías necesarias, es verosímil que pueda engrosarlas con la adhesión de bloques opositores.
La nueva moratoria amplía la realizada durante el mandato de Néstor Kirchner. El objetivo es similar: reparar la desprotección de trabajadores que no acumularon los aportes necesarios como consecuencia de las crisis, los períodos de desempleo o la malicia de las patronales.
La tendencia procurada por el oficialismo va más allá de la lógica individualista del sistema contributivo (el que aportó cobra, el que no queda desamparado). La idea propende a una cuasi universalización. Las jubilaciones para amas de casa y empleadas domésticas, jamás abordadas por otros gobiernos, redondean ese círculo.
La vastedad de la primera moratoria propició que se valieran de ella algunos “pícaros” de clase media o hasta alta. Aquellos que apostrofan contra los beneficios concedidos a “los negros” o contra el derroche estatal sin privarse de sacar partido personal.
En esta ocasión se piensa en los sectores más desvalidos, lo que motivará un control estatal más riguroso para que no se cuelen en la fila personas que no necesiten el beneficio.
La prospectiva oficial imagina que hay más mujeres que hombres en condiciones de acogerse a la medida.
Dado que se apunta a estamentos humildes, la lógica de la movida es “focalizar para universalizar”, un criterio que rige también en el programa Progresar, dirigido a los jóvenes de sectores vulnerables.
El esfuerzo fiscal es importante y revela que la política económica actual combina medidas de sesgo distinto. La inversión social se sostiene elevada, como contra cíclica de la consecuencias más inmediatas de la devaluación, los aumentos de precios y tarifas.
Sostener el sistema previsional tiene un costo enorme, que no será sostenible en el mediano y largo plazo si no crece la proporción de trabajadores activos aportantes. La lucha contra la informalidad laboral tiene, entre otros, ese objetivo. También va siendo necesaria una “batalla cultural” para concientizar a sectores empresarios muy desaprensivos con sus responsabilidades sociales e impositivas. He ahí una batida interesante para interpelar a la oposición cuando está tan de moda reclamar consensos pluripartidarios muy limitados en sus propuestas.
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