Lunes, 16 de junio de 2014 | Hoy
Por Facundo Martínez
La mejor demostración de cuánto necesitaba el gol fue el festejo, la carrera loca, el grito al viento, como nunca. El mejor jugador del mundo sabe que con goles como ése, con apiladas que desparraman rivales y los dejan enredados en el piso, confirmará sus credenciales. En el primer tiempo intentó mucho, pero no cristalizó casi nada. Arrancando desde muy atrás falló en algunos pases, pero no mostró la resignación ante la adversidad de los últimos tiempos en el Barcelona. En el segundo período, mejor rodeado, con el equipo plantado para otra cosa, siguió activo y le agregó eficiencia a su producción. Tocó, tiró paredes, armó juego, buscó el arco y remató lo suyo con un golazo. En el Mundial en el que parece que brillarán las figuras, a Messi se le empezó a hacer la luz.
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