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Hoy por hoy, las evidencias que sustentan la hipótesis del suicidio se van sumando:

- El disparo fue a menos de un centímetro

- El cuerpo del fiscal no registra señales de pelea. El golpe que tiene en la cabeza es producto de la caída y el que tiene en la pierna –según los forenses– no habría ocurrido en los tiempos anteriores a su muerte.

- No hay rastro de ninguna pelea en el baño.

- Según testimonia la propia madre, Sara Garfunkel, la puerta del baño estaba cerrada, de manera que no habría podido salir de allí un supuesto asesino.

- No hay una gota de sangre fuera del baño, cuando en un escenario tan sangriento resultaría imposible que alguien haya podido salir sin dejar rastro.

- Los criminalistas que analizaron las gotas de sangre concluyeron que, por el recorrido de las salpicaduras, no había ninguna otra persona en el baño.

- No hay ni huellas ni rastros genéticos en el baño. Las 13 muestras que se tomaron y que dieron positivo corresponden todas al fiscal.

- El propio Nisman pidió el arma prestada. No sólo a Lagomarsino, sino al custodio Rubén Benítez y también a un amigo que, cuando lo llamó, estaba en Mar del Plata.

- Si como dice la querella, Lagomarsino fue parte del plan criminal, no tiene sentido que haya dejado un arma a su nombre en la escena de la muerte.

- Nadie puede creer en un crimen sofisticado si se usó un arma como la pistola Bersa de Lagomarsino, fabricada en los años 60, vieja, sin uso, con proyectiles antiguos. Ningún super-killer hubiera confiado en un arma que llevaba décadas sin dispararse.

- No se ha podido probar, a menos hasta ahora, que nadie extraño hubiera ingresado al edificio el domingo a la mañana y tampoco se detectaron personas sospechosas que hayan alquilado en Le Parc y que después de la muerte dejaran de vivir en el edificio.

- Su lectura de una nota sobre la muerte y el regreso posterior a la vida también es un indicio de su estado.