Domingo, 1 de noviembre de 2015 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
El mayor estupor se originó en la provincia de Buenos Aires, que el oficialismo descontaba como propia, aceptando como buenas las leyendas del aparato y de los barones del conurbano, propagadas por sus adversarios. Una lectura más atenta de las cifras tanto recientes como en el largo plazo, hubiera sido un complemento útil de las encuestas, que no supieron prever lo que estaba ocurriendo en el electorado. El Frente para la Victoria fue vencido en Buenos Aires en tres de las últimas cuatro elecciones (2009, 2013, 2015). Es decir que desde que Daniel Scioli obtuvo la gobernación, en 2007, no ganó ninguna de las elecciones realizadas, salvo la de 2011 cuando se impuso por el arrastre de la candidatura presidencial.
Algunas de las encuestas cualitativas realizadas en los últimos meses detectaron un fenómeno curioso: en todos los rubros vinculados con la gestión, el gobierno bonaerense recibía puntajes magros, que se revertían cuando se preguntaba por la imagen del gobernador. Esta brecha cobra importancia cuando se repara en un dato poco difundido del domingo 25: la fórmula presidencial del oficialismo obtuvo casi 300.000 votos más que en las PASO de agosto. ¿Cómo puede ser entonces que el porcentaje haya caído alrededor de dos puntos? Porque la participación creció ocho puntos porcentuales. En las PASO se contaron 22,5 millones de votos afirmativos y el domingo pasado casi dos millones más, como se observa en el Cuadro. Pero además los votos en blanco se redujeron a la mitad (de 1,2 millones a 620 mil) y los nulos e impugnados fueron 65.000 menos. En total se repartieron entre las distintas candidaturas 2,5 millones de votos más de los que habían elegido algún candidato dos meses antes. Lo imprevisto es que estos votos adicionales se distribuyeron en forma inequitativa: Macrì se llevó más de un millón y medio, contra medio millón de Massa y apenas 281 mil de Scioli, mientras Nicolás del Caño, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá (que en el cuadro se engloban como Otros) perdieron medio millón.
Esto permitió que los candidatos de Cambiemos sumaran cuatro puntos y medio adicionales a los conseguidos en las PASO, que junto con los casi dos puntos que perdió el FpV explican lo ajustado de la diferencia final, que se redujo de ocho puntos y medio en agosto a dos puntos y medio ahora. El porcentaje de Massa se incrementó en menos de un punto y los Otros perdieron más de tres puntos. En la provincia de Buenos Aires los votos emitidos fueron 600 mil más que en las primarias y los blancos e impugnados se redujeron en casi un cuarto de millón, en total hubo entonces 838 mil votos nuevos. Cambiemos capturó algo más de medio millón y UNA 283 mil, mientras Scioli-Zannini perdieron 865 votos respecto de la cosecha de agosto. Para gobernador bonaerense las cifras fueron aún más marcadas: Vidal sumó 1,2 millones a los votos obtenidos en agosto, Felipe Solá agregó casi 200 mil a los suyos mientras Aníbal Fernández perdió cuatro mil, de modo que la ventaja de 850 mil votos del Frente para la Victoria en las primarias se convirtió en una derrota por casi 400 mil.
Esto plantea dos preguntas complementarias: por qué votó tanta gente que no lo había hecho hace apenas dos meses y cuál fueron los motivos para preferir a la fórmula opositora. En las elecciones legislativas de 2013, los candidatos del oficialismo perdieron en todos los partidos bonaerenses y las comunas porteñas servidas por el Ferrocarril Sarmiento, un año después del accidente en la estación Once, que cobró 51 vidas y cuyas responsabilidades penales se están juzgando en estos días. Este año el diluvio del mismo 9 de agosto de las PASO y sus consecuencias fueron un obstáculo insalvable para muchos votantes. Las inundaciones devastaron esta vez la provincia de Buenos Aires, donde los recortes presupuestarios habían postergado obras imprescindibles, y no la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyo gobierno continuó las obras iniciadas por la gestión anterior. Scioli y sus candidatos a intendentes tuvieron el peor desempeño en los distritos más castigados por las aguas, de lo cual el ejemplo más clamoroso es La Plata. Al producirse el terrible temporal de marzo de 2013, el intendente Pablo Bruera publicó en las redes sociales una foto junto con un grupo de vecinos que recibían bidones de agua, con el mensaje: “Desde ayer a la noche recorriendo los centros de evacuados”. Sus adversarios políticos filtraron una foto más auténtica a la prensa: el intendente estaba cerca del agua del mar en una playa de Río de Janeiro. A su precipitado regreso descargó la responsabilidad en su equipo de comunicación. El ministro de Justicia Ricardo Casal intentó ocultar entonces la cantidad de muertos producidos, tentativa que se frustró por la tarea del defensor juvenil Julián Axat y del juez Federico Arias, que realizaron una minuciosa investigación. Bruera perdió ahora por 13 puntos, cuando en las PASO pasadas por agua la diferencia había sido de pocas décimas. Estas conexiones entre los hechos colectivos y los resultados electorales tienen mayor interés que los análisis basados en la personalidad de los candidatos o en las anécdotas coyunturales operadas por los grandes medios.
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