La sorpresa induce a las metáforas grandilocuentes, con preferencia por las telúricas, sobre movimientos sísmicos que reconfiguran la topografía política o ríos subterráneos que afloran arrasadores. Nada prueba mejor la imprevisibilidad de lo ocurrido que el festejo de los vencedores en la provincia de Buenos Aires, tan o más sorprendidos que sus rivales. Esto no quiere decir que los elementos que confluyeron en el resultado del domingo 25 no se hubieran ido disponiendo en su lugar desde hace mucho tiempo y cuyos distintos indicios nadie unió en una interpretación general hasta el anochecer de ese día agitado. Quienes contribuyeron a acomodarlos en ese lugar mostraron mayor destreza y comprensión que el resto y están entre los grandes ganadores de esa jornada junto con María Eugenia Vidal y Maurizio Macrì. Entre ellos descuellan el radical Ernesto Sanz, quien apostó todo lo que tenía y algo más a esa carta, y Elisa Carrió, quien corre con ventaja porque tiene diálogo con las más altas esferas. La diputada por [la avenida] Santa Fe ha ocupado el lugar de Raúl Alfonsín en el armado de combinaciones electorales inesperadas, capaces de abrir caminos allí donde parecían inviables y desbloquear situaciones que condenaban a la inmovilidad, como la victoria radical en la primera elección luego de la dictadura, la reforma constitucional en 1994 o la creación de la Alianza en 1997. Éste es un elogio no menor, pero circunscrito a la maquinación electoral y nada dice acerca de la índole y la consistencia de los gobiernos originados de este modo.