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El justicialismo partido

 Por Mario Wainfeld

Una interna para cargos partidarios, sujeta al voto obligatorio para un padrón con millones de afiliados es una misión casi imposible, huérfana de precedentes nacionales... y habría que ver cuántas hay en el mundo. El Partido Justicialista nacional (PJ) jamás hizo el ensayo.

Era cantado que la actual se supliría con una lista de unidad relativa. La vieja ciencia: acuerdos, consensos, camarillas acomodables a cada contexto histórico.

La fórmula para comandar el PJ no es tan sorpresiva: José Luis Gioja y Daniel Scioli. El ex gobernador sanjuanino era favorito de antemano. Por ahí sorprende el rol segundón que aceptó el ex candidato a la presidencia, una figura nacional que podía aspirar a más.

La cantidad de cargos conferidos es inversamente proporcional al poderío del PJ y directamente proporcional a la voluntad de “contener” compañeros de palos diversos. Ni hablar de necesidades funcionales o de tareas concretas a realizar.

La maquinaria y los “espacios”, empero, sirven para algo porque de lo contrario no serían (módico) objeto de deseo de compañeros astutos y pragmáticos.

La lista completa no es un espejo invertido del acto en Comodoro Py (ver aparte): hay en el PJ kirchneristas de fierro, en minoría. Algunos a título individual o representando a grupos de baja intensidad. Otros, como el Movimiento Evita, con una orgánica fuerte que no enfrenta a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner pero se maneja en la acción cotidiana lejos de ella o de Unidos y Organizados.

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El núcleo dominante de la conducción pejotista es mucho menos confrontativo con el macrismo que el conjunto que bancó a Cristina el miércoles. En ciertos casos, “menos confrontativo” es un eufemismo, en otros describe bien,

La hipotética “liga de gobernadores” quedó magra tras la derrota en Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Dos cambiaron de manos, son demasiadas.

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Señalar que el PJ es inútil para las elecciones de 2017 no es un juicio de valor sino una descripción. Las elecciones parlamentarias de medio término no dirimen candidaturas nacionales: las bancas se disputan distrito por distrito. Los jefes locales podrán jugar el juego que mejor saben y más les gusta: alambrar los territorios y tratar de ganar de locales. El alambre a menudo funciona como si estuviera electrificado y los interruptores funcionaran mal. Es complicado que “extraños” hagan buen pie en el terruño aunque también es peliagudo trascender sus límites. Sobran los dedos de la mano para contar a los protagonistas con proyección o hasta conocimiento masivo nacional. Un incordio en 2019... largo plazo. En el corto, prevalecen la oportunidad y la necesidad de consolidarse.

Los mandatarios provinciales y municipales están bajo la mirada de la ciudadanía que los marca de cerca. La gobernabilidad y el bienestar que signaron la etapa kirchnerista les propiciaron revalidaciones sucesivas, generosas.

El interés, que tira más que una yunta de bueyes, explica por qué aceptaron desaires subjetivos y centralización en las decisiones. Por no hablar de un conjunto de medidas avanzadas y progresistas que no conmueven en general el corazón de los conservadores-populares que gobiernan las provincias.

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La relación con el presidente Mauricio Macri es utilitaria como aquella aunque más extraña. Hasta ahora los gobernadores y los legisladores que los obedecen o acompañan han “garpado” más de lo que cobraron. “La balanza comercial” desfavorable es imposible de sostener a mediano plazo porque jaquea la supervivencia.

El interrogante es cuándo harán valer su poder de veto, particularmente en el Senado. Los acuerdos para los aspirantes a sumarse a la Corte Suprema son una chance en un tema episódico. La ofensiva sobre la procuradora general Alejandra Gils Carbó que viene en combo con la creación de una parva de juzgados puede ser otra. Poner una valla ante una ofensiva oficialista al mango es un modo de demostrar poder.

Apoyar sin ambages y sin contraprestación a un oficialismo de otro signo es una táctica supeditada a la reputación del gobierno nacional y a conservar los reductos.

En un aspecto político más específico, no despegarse del macrismo que acentúa un perfil impopular puede resentir la relación de fuerzas con el kirchnerismo puro y duro, que se embandera como oposición sin ambages.

Hasta hoy, la rosca funcionó para los fines esperados. Las tratativas con La Cámpora derivaron en exclusión, que conviene a las dos facciones.

Para la gris lista de unidad queda otro desafío arduo que es esperar la venia de la jueza federal María Romilda Servini de Cubría. La intervención al PJ es un desenlace factible, no tanto por motivos legales sino por la voluntad de Su Señoría. Habrá que ver.

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