EL PAíS

Tres patas para una mesa

 Por Mario Wainfeld

El gobierno convocó por decreto a la Mesa del Diálogo entre la Producción y el Trabajo, entre el Estado, la CGT y las corporaciones patronales. Es un esbozo de negociación tripartita, saludable en principio. El sistema político actual provee algunos ejemplos, como el Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil. No son tantos y en general se reúnen en contadas ocasión es, de modo intermitente.

La conformación de alguna variante de un Consejo Económico Social (CES) es un avance tan deseable como difícil en la Argentina. Uno de los motivos es que no tiene anclaje constitucional. La falta de voluntad política es otro. La fragmentación de las corporaciones patronales y sindicales, un tercero. La carencia de piné de casi todos sus referentes agrava los escollos.

La Argentina tiene la legislación laboral y social más avanzada de América Latina. Sus instituciones son más en cantidad y en calidad que las de países vecinos y hermanos. La falta de CES es una excepción: en Brasil y México, sí funcionan, con características propias y color local.

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En este siglo hubo dos intentos de diálogo social: uno ineficaz y otro no concretado. Los recordaremos, a vuelo de pájaro.

Se suele recordar, embelleciéndolo hasta desfigurarlo, el ineficaz Diálogo Argentino convocado cuando el gobierno de Fernando de la Rúa transitaba sus últimos pasos. Sobrevivió durante la presidencia provisoria de Eduardo Duhalde. Las alabanzas que cosecha quizá tengan que ver con la obsecuencia que generan todas las movidas de la jerarquía de la Iglesia Católica.

Otro numen del Diálogo fue el español Carmelo Angulo que a principios de siglo revistaba como representante en Argentina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Angulo era un político vivaracho y fabulador, que llamaba “nuestra Moncloa” a las tan simpáticas como ineficaces instancias que se iban conformando. Un escollo insalvable era que, ante una crisis terminal, todos los asistentes estaban de acuerdo en una sola cosa: todos los sectores debían hacer sacrificios, menos el que ellos representaban.

Se hizo difícil progresar, salvo para Angulo que fue designado embajador de España en Argentina por el presidente de su país, José Luis Rodríguez Zapatero. Se destacó por hacer lobby tenaz a favor de Telefónica exigiendo aumento de tarifas y por haber recibido al obispo castrense Antonio Baseotto aquel que proponía arrojar al mar a los partidarios del aborto no punible. El presidente Néstor Kirchner le pidió a su par hispano que lo removiera y así sucedió. Fue el saldo más interesante de la mesa de Diálogo, no gran cosa. Vamos a la intención no concretada

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Los gobiernos del Frente para la Victoria armaron proyectos sobre alguna versión de organismos tripartitos. La vez que se estuvo más cerca de llevar uno a la práctica fue al inicio de la primera presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Fue, incluso una promesa de campaña en 2007.

El modelo pensado era un organismo consultivo, que deliberaría sobre todos los proyectos de ley referidos a cuestiones económico-sociales. Debía producir dictámenes obligatorios pero no vinculantes para el Ejecutivo o el Congreso.

La idea era institucionalizar un ámbito de debate que, además, anticipara las posturas sectoriales y las tratativas sobre leyes importantes.

A pocos meses de asumir Cristina estalló el conflicto con las patronales agropecuarias que dinamitó los posibles puentes. Primero porque se hizo imposible articular nada con “el campo”. Segundo, porque la (improbable) burguesía industrial nacional es poli rubro. Empresarios industriales puros van quedando pocos, proporción que se reduce si de grandes empresarios se trata. Casi todos también son patrones de estancia, en sentido casi literal.

Como fuera, la iniciativa naufragó. Se intentó reflotarla un año después, a despecho del veto “del campo”. Los otros sectores productivos se comprometieron poco, el Gobierno tampoco le puso mucha onda.

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El bosquejo del macrismo es menos pretensioso lo que tal vez lo haga más eficaz; se urde para un arreglo con vigencia de dos meses.

Armado mediante decreto, con reglas rudimentarias, el Diálogo macrista pinta estar destinado a la brevedad: está “a tiro” de otro decreto. Su finalidad es coyuntural, redondear un pacto de fin de año con la CGT: ciertas concesiones a cambio de levantar el paro general y mostrar un grado de seguidismo (ver asimismo nota central). La Mesa de Diálogo adolece de problemas que padeció antes el kirchnerismo: qué hacer con las Asociaciones de consumidores, por ejemplo.

La otra falla es que se está negociando aquí y ahora, cuando es entre muy posible y seguro que los indicadores sociales, económicos y laborales se agravarán antes de que cambie el año.

Una última: esas instituciones combinan diálogo y pulseadas. La conducción gremial, de momento, dialoga mucho y pulsea poco. Más adelante, habrá que ver.

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