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Cada vez que pisa la calle recibe insultos. Algunos parten de escraches programados, otros de boca de peatones que lo reconocen al pasar. Ayer no fue la excepción. Al salir de un juzgado donde declaró por una vieja causa, el ex presidente Fernando de la Rúa se subió rápidamente a una camioneta con vidrios polarizados sin siquiera mirar a la cara a quienes le gritaban “ladrón” y “corrupto”. Una hora antes del incidente, el radical había negado ante el juez Facundo Cubas haber cometido irregularidades en la contratación del servicio de comedores escolares y hospitalarios en 1997, cuando era jefe de Gobierno porteño.
Pasadas las 13.05, De la Rúa salió del tribunal ubicado en Lavalle al 1100, miró hacia ambos lados de la calle y se dirigió tranquilamente a la 4x4 que lo esperaba estacionada. Esos pocos segundos que tardó en caminar los metros que lo separaban de la camioneta negra le bastaron a un grupo de personas para insultarlo y acusarlo de corrupto. El ex presidente estaba allí, pues había sido citado por el juez por un caso en el que se lo investiga por administración fraudulenta.
En 1997, cuando De la Rúa estaba al frente del gobierno de la ciudad, contrató por adjudicación directa a la empresa Emepa para que se hiciera cargo del servicio de comedores de escuelas y hospitales. La compañía realizó el trabajo, aunque su principal actividad no era la gastronomía sino la construcción de vagones de trenes. El ex mandatario argumentó en su defensa que no había cometido ninguna falta a los reglamentos del gobierno porteño y que la contratación directa de la empresa, propiedad de Benjamín Moreno, un presunto amigo de De la Rúa, había sido una cuestión “de urgencia”, pues estaba en riesgo la alimentación de 7 mil alumnos.