EL PAíS
Ser o no ser
Por H. V.
En 2003, cuando el Arzobispo de La Plata se ofreció como fiador a la justicia, que había reclamado un millón de pesos para conceder la libertad al banquero Francisco Trusso, el sacerdote Eduardo De la Serna, teólogo especializado en estudios bíblicos, escribió que si se muestra a Dios del lado de los victimarios y no de las víctimas “no es el Dios de la Biblia, y se asemeja más al Jano bifronte, o a cualquier otra divinidad sangrienta”. De la Serna recordó entonces algunos episodios de la vida de Héctor Aguer en las últimas tres turbulentas décadas de la vida argentina.
“En los años de la Triple A, recién ordenado sacerdote, Aguer echó a un importante grupo de jóvenes de la parroquia Inmaculada Concepción, de Belgrano.” Los acusó de comunistas, por “leer los documentos de Medellín en las reuniones del grupo de jóvenes”. Luego Aguer fue nombrado rector del seminario de San Miguel. “Curas amigos me han atestiguado que vieron frazadas que decían Escuela de Mecánica de la Armada. Ya desde tiempos de seminarista, en los que se afirma que entraba a los cuartos de sus compañeros para revisar su correspondencia y realizar las denuncias que una afiebrada mente podría imaginar, fue responsable de que todo el curso viera demorada la ordenación presbiteral, especialmente por sus denuncias contra dos compañeros”.
El episodio más grave que se le atribuye se refiere al sacerdote Pablo Gazzarri, detenido-desaparecido en 1976. Según De la Serna “un sacerdote, viejo compañero, afirmó saber que la denuncia contra Pablo fue presentada por Aguer. Otro sacerdote, por motivos que no puede revelar, afirma estar absolutamente convencido de ese dato”. Cuando se anularon las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, Aguer dijo que se trataba de “una venganza”.
Con la fianza al banquero “nuevamente Aguer queda del lado de los victimarios, nuevamente es cómplice de los que causan víctimas. Muchos ahorristas fueron víctimas de maniobras fraudulentas por el Banco que los Trusso encabezaron. Y un arzobispo les da su poderoso aval”. Para De la Serna “lo que está en juego es nada menos que ‘ser o no ser’ la Iglesia de Jesús, la Iglesia del lado de las víctimas, la del crucificado”. En una nueva declaración, distribuida esta semana, De la Serna consideró curioso que “algunos estén molestos porque ‘no son afectos a los cruces por los medios’, olvidando que las críticas del Arzobispo Aguer las dijo personalmente en los medios. Es curioso, que la referencia de algunos obispos con respecto al fenómeno piquetero, tan inflado por los medios (y cuando el presidente estaba de viaje), sea consonante con la mirada de sectores de poder (como los medios). Por ejemplo, las declaraciones del arzobispo de Rosario, y presidente de la Conferencia Episcopal, Eduardo Mirás, de que ‘vamos a estar como Colombia’ a partir de actos violentos como ‘la toma de comisarías’, ya que cualquier análisis serio muestra que sólo hubo una toma de comisaría, la de la Boca; el resto fueron manifestaciones y protestas, lo que cualquiera haría si fuera víctima del gatillo fácil, de torturas, de desidia policial. Es curioso que salgan ahora sectores a defender a la Iglesia (a la que nadie atacó, que yo sepa), en actos que recuerdan más a la procesión de Corpus del ’55, en la que ateos, comunistas, masones, socialistas, liberales participaron de la ‘adoración a Jesús eucaristía’. Y eso tiene feo olor”.
Concluye el presbítero de Quilmes que le consta “por miembros activos de la Iglesia de La Plata que la preocupación por los pobres de su Arzobispo es prácticamente inexistente; que su vocación de Cruzado se parece más a una carga ideológica que a algo que esté movido por el amor; que a muchísimos miembros de la Iglesia su actitud corporativa les impedirá decir nada, aunque puedan compartir bastante de lo dicho por el presidente; y que nada de esto que diga el Arzobispo será motivo de sanción. Especialmente por su firme apoyo en la curia romana, la que le debe favores, y quizá la fianza sea uno más de ellos, en algunos miembros del episcopado argentino y nunciaturas, y en muchos sectores de poder. Como miembro de la Iglesia, no me siento en nada molesto, ni preocupado, ni cuestionado por los dichos del presidente. Los pobres me duelen. ¡Y desde hace años! Y desde hace años que dedico mi vida en la Iglesia, y como miembro de la Iglesia, a los pobres y su liberación. No soy ‘K’, y tendría varias cosas que decirle al presidente si me las preguntara, pero muchas veces, me dan ganas de aplaudirlo”.