EL PAíS › OPINION

Perón en un no lugar

 Por Mario Wainfeld

El “formato Albistur” viene siendo el modo favorito de presentación de la primera candidata del oficialismo. Los actos transcurren en un ámbito cerrado, con escenario despojado, hay poca corporalidad extrafuncionarial (poca corporalidad, si se quiere), reina una prolijidad extrema..., cero sudores, papelitos preenvasados al cierre. La vieja liturgia cede lugar a una nueva, casi a un “no lugar” político. Ayer, el microestadio de Ñuls, en Rosario, lucía igual a Obras en Capital, o al teatro Argentino en La Plata. El discurso, empero, agregó novedades nac & pop. Fue......el tercer regreso del General:. Las referencias encomiosas al Perón de los ’70 y al del ’45 (en ese orden de aparición) fueron un cambio en el relato kirchnerista. Fernández de Kirchner evocó (al modo setentista) que ‘el Coronel del pueblo’ (sic) fue traído dos veces, una por los trabajadores, otra por los jóvenes maravillosos. Ese rescate de identidad fue un detalle dentro de lo central, la proclamada profesión de fe peronista.
La candidata que, en Obras Sanitarias, alegaba enojada que a Perón no hay que citarlo sino emularlo, ayer lo citó recurrentemente. Tanto que fue superado en referencias sólo por Joseph Stiglitz y por el Presidente, accediendo a un empate con Manuel Belgrano. El viraje pareció testimoniar que el abroquelamiento del duhaldismo en el bunker de la identidad peronista no es tan fácil de roer.
Una nota al pie. El cuidadoso formato produjo un poco de ruido con la recuperación del tópico peronista. Fue en el epílogo del acto, no bien terminó el discurso de la senadora. La marcha peronista surgió “desde abajo” con relativo fervor. Se le superpuso prestamente una grabación de Alejandro Lerner, cantando Mira a tu alrededor. En un acto medido al centímetro, sonaron unas notas discordantes.
Pasado y presente: Suele criticarse que las elecciones suscitan demagogia, esto es, falsas promesas a futuro, para engatusar a los votantes. Si se permite una leve ironía, es difícil imputar con ese sonsonete antipolítico al discurso explícito de la primera ciudadana, muy dosificado en alusiones al porvenir. El énfasis en la pertenencia, el elogio a lo ya realizado, la enumeración de records de desempeño económico-social, casi no dejan resquicio para compromisos tangibles o aun deletéreos. La escueta mención al presupuesto educativo 2006 fue la excepción a esa regla, que les hace mesar los cabellos a consultores requeridos por el propio Gobierno y a más de tres funcionarios. El oficialismo parece convencido de que prometer continuidad es su mejor carta de triunfo. Néstor Kirchner es el alfa y el omega de la campaña oficial, su recurso y su discurso, su bandera y su promesa.
Lo colectivo: El contenido del discurso de la senadora reprodujo el de su lanzamiento en La Plata. El vocativo “Presidente” fue retomado, tanto como el trato de “usted” a Kirchner, que en un tramo evocativo del pasado de la pareja se chispoteó en tuteo. Quizá fue producto de la emoción, quizás un deliberado rizo sobre algo conocido por la platea.
La transversalidad, de licencia: Cristina Fernández raciona mucho los nombres propios en su fogosa oratoria. Los adversarios, tal como ocurrió en el célebre apóstrofe al Padrino, no se señalan por su nombre. El apellido Binner, consecuentemente, no fue citado ayer, pero su portador resultó muy castigado por la oradora. El otrora odiado Carlos Reutemann, sentado al lado del Presidente, hierático pero alineado, aplaudió los reproches contra el candidato opositor más respetuoso hacia el oficialismo.
Pactos ocultos: La candidata se inscribió en el estilo denuncista que cifra el relato oficial en estas semanas. Habló (con marcada imprecisión) de pactos de desestabilización, inclusivos de violencia. Y se afligió por la existencia de “bombas molotov” en “la Argentina profunda”, una frase no especialmente feliz, pues aúna dos tópicos de derecha.
La foto y la película: Hay una tensión entre el discurso de cambio de Fernández de Kirchner y el marco que la entorna. Todo lo que la estética elegida resalta es poder constituido: funcionarios, gobernadores, peronismo, PJ.
La proclama habla de cambios, de ruptura.
La foto muestra a los Kirchner como integrantes de un partido de gobierno, establecido, consistente, previsible, orgulloso de sus esencias y poco inclinado a la introspección.
Su promesa es que la película derivará en fotogramas más tensionados, menos clásicos. El kirchnerismo aspira a sumar votos con la certeza de la foto y con la promesa de la película, toda una apuesta electoral. Cuestión de fe sobre la que algo dirán el tiempo y los votantes.

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