Sábado, 15 de julio de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Daniel Tarnopolsky
Hace hoy 30 años, en la noche del 14 al 15 de julio de 1976, mis padres Blanca y Hugo Tarnopolsky, mis hermanos, Betina y Sergio y mi cuñada Laura del Duca fueron secuestrados por las Fuerzas Armadas argentinas.
Como otros tantos miles, al día de hoy, continúan desaparecidos.
A pesar del horror y del terror la vida continúa, tal vez inclusive con más fuerza que antes de la masacre.
Nuestros hijos hoy, los hijos de los hijos de los desaparecidos, son muestra viva de que las fuerzas de la represión no pudieron doblegarnos.
El 24 de marzo último, en el marco del Taller Literario de la escuela a la que concurre, mi hijo de 13 años escribió un poema en honor a sus abuelos y tíos, a quienes nunca conoció.
Con todo respeto hacia ustedes y amor hacia él se los presento, como muestra de cómo la “memoria” permite a la vez la transmisión de afectos y la elaboración, por un niño, de un duelo imposible al que ve confrontados a tantos adultos de su entorno:
Llegó el día
nadie lo sabía.
En 15 minutos ya
nada había,
toda la familia.
Nos llevan como pájaros,
Ya se siente la soledad.
Cada día alguien moría.
Los únicos sonidos eran:
gritos, dolor y tortura acompañados
Por cardúmenes de AUXILIOS.
30 años después se siente la soledad
y el dolor pesa y aumenta la tristeza.
La gente hace búsquedas, pero a nadie se encuentra.
Se pide DEMOCRACIA y JUSTICIA.
Ya se lo sabe, ellos no nadaron porque los sedaron.
LLEGO EL DIA NADIE LO SABIA.
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