En el auditorio se veían muchas banderas de organizaciones sociales, de sindicatos, de microempresarios, de la central de trabajadores. También había pancartas improvisadas con elogios para Kirchner. “Néstor Kirchner. Hermano predilecto. De Bolivia te saludamos”, decía un cartel con grandes letras escritas a mano. Al pie del escenario, un grupo de músicos vestidos con trajes típicos del Altiplano –el Oriente boliviano, todo lo opuesto del Occidente tropical que representa Santa Cruz– acompañaba con charangos y quenas. En la tribuna todos vestían remeras rojas, amarillas y verdes; sentados juntos formaban la bandera boliviana. La imagen ofrecía un inesperado contraste con dos banderas verticales que colgaban a lo largo de los pilares que sostenían los aros de básquet. Las dos banderas eran verdes –el color de Santa Cruz– con una inscripción: “Autonomía”. Nadie parecía haber reparado en ellas. La tensión entre el gobierno de Evo y las elites que buscan la autonomía se respira en forma cotidiana. Sin embargo, en el acto el conflicto sólo afloró cuando el mandatario boliviano nombró al prefecto de Santa Cruz, Rubén Costas, un personaje que suele aparecer en televisión con sombrero de cowboy. Costas es el ex presidente del Comité Pro-Cívico Santa Cruz, la principal organización opositora. Hubo chiflidos. Bien diferente fue la música que Kirchner se llevó en sus oídos. Además de los aplausos, el Presidente recibió un elogio poco habitual. “Quiero expresar de manera pública mi admiración por el presidente Kirchner. Quiero agradecer su colaboración permanente. En Argentina siempre nos decía: ‘Evo, tenemos que ayudar a Bolivia a terminar con las asimetrías, con las desigualdades’. Quiero decirle que con este acuerdo las vamos achicando”, dijo.