La incertidumbre carcomía los nervios del oficialismo. Sin quórum y con la oposición a la espera –tras los cortinados del recinto– de que el kirchnerismo mordiera el polvo, el ex zamorista Carlos Tinnirello aportó lo que el oficialismo necesitaba como el agua: tiempo. Tinnirello insistió en que se realizara el homenaje a los caídos del 19 y 20 de diciembre de 2001 y dejaron que hablara, mientras que la lista de oradores crecía con la misma posibilidad de que el oficialismo reuniera quórum, mientras el homenaje había trocado en críticas a la oposición. Y estuvieron cerca: arañaron los 126 escaños de los 129 necesarios. El propio Tinnirello pidió nuevamente la palabra para criticar la postura kirchnerista, se retiró del recinto y dejó solos al kirchnerismo y sus aliados ex duhaldistas del Peronismo Federal. Allí volvieron a arreciar las críticas a la oposición, aunque el desánimo ya se había impuesto sobre el voluntarismo del oficialismo por reunir a su propia tropa.