EL PAíS

El voto, la familia y la fiscalización

Vía Crucis. Los silbatos de los policías fueron la anunciación de la llegada de Lilita a la Universidad del Salvador, donde siempre le toca votar. Llegó caminando. Antes de que se le borrara la sonrisa, fue abrazada por una marea humana de camarógrafos y periodistas de los más variados países. “¡Vaaaamos, Carrió! Sacálo al pingüino!”, le gritó una de las mujeres que se acercó a aplaudirla, pero fue rápidamente repelida por el cerco de micrófonos, a los que Carrió atinó a decir: “Si ustedes me dejan salir y no me tiran...”. Sus hijos, que la habían acompañado, debieron alejarse horrorizados. Mientras uno de sus asesores era mordido por un camarógrafo, la candidata a presidente alcanzó a traspasar la pétrea entrada de una universidad donde un Cristo vigilante señala: “Bendeciré a quien trasponga estas puertas”. Se demoró algunos minutos dentro del cuarto oscuro, quizá para reponerse. “Me costó un poco encontrar la boleta”, contó después.

Via Crucis II. Todo parecía haber terminado, pero no. A la salida de la Universidad del Salvador se formó un scrum de prefectos y policías para intentar acercar a Carrió a una camioneta gris que intentaba rescatarla. Fueron unos cuantos minutos de forcejeo, en los que un policía terminó en el piso desvanecido, luego de que una cámara lo golpease en la cabeza. “¡Déjenla respirar!”, gritaba uno de sus militantes, hasta que Carrió logró subirse al auto y salir de allí. “Son chicos jóvenes y están un poco excitados. Es la edad”, bromeó después Carrió, que se lo tomó con soda. En la puerta de la universidad quedó un auto magullado, un teléfono público vapuleado y una fotógrafa chilena que, despistada, decía: “¡Logré la foto de la presidenta!”.

Fiscales.Entre posters de Harry Potter y Ratattouille, la candidata de la CC compartió un café con medialunas con los periodistas en el coqueto Café Cinema. Allí se mostró de buen humor, pese al via crucis de su votación, del que rescató que la haya acompañado su familia. “Me gustó traer a mis hijos, que tienen los años de mi vida política. Nunca los mostré, pero mucho de esta lucha tuvo que ver con la entrega y la renuncia de ellos a su infancia conmigo”, dijo. La rodeaban el peronista Gerardo Conte Grand, el radical Enrique Olivera y su jefa de campaña, Patricia Bullrich, quien no paró un minuto el día de ayer. A cada uno de los lilitos que había ido a votar le preguntaba: “¿Y? ¿Nuestra boleta estaba bien?”. Lilita, en cambio, consideró que no había mayores problemas en la fiscalización.

Veda en ojotas. Con sus hijos y algunos amigos, Lilita pasó buena parte de fin de semana en malla y ojotas, jugando al burako y descansando en una quinta del conurbano, de la que se retiró con tristeza para votar. El sábado logró el record de cinco horas de siesta, tras un almuerzo de cordero, pan de campo y torta de frutilla. Ayer repitió la siesta, pero fue más corta. “Nos despedimos del campo, que estaba di-vi-no”, contó. Por la mañana, hizo un alto en el camino para ir a misa. Luego fue a almorzar a la casa de unos amigos en Barrio Norte.

Fiscales II. La idea sobre las irregularidades cambió mientras se acercaba la noche. El equipo de campaña de Carrió recibió cientos de llamados. Todas decían que faltaban boletas, que se las robaban en cuestión de minutos. Uno de los más sentidos fue el de la tía del vocero de Adrián Pérez. “Cuando fui a votar salió una persona diciendo que faltaban boletas. Cuando entro, había cinco. Me quedé un rato y vi que pasaba lo mismo. La gente, ante la falta de boletas, o se iba o votaba igual”, contó.

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