Lunes, 5 de junio de 2006 | Hoy
Por José Natanson
Para quien tiene serias dificultades para distinguir un protón de un neutrón, no entiende exactamente qué ventajas genera la decodificación del ADN y fue sistemáticamente reprobado en física, un libro acerca de la evolución científica suena, en principio, a algo lejano, aburrido e incomprensible. Fue por eso una sorpresa el libro de Leonardo Moledo y Esteban Magnani, Diez teorías que conmovieron al mundo, que no sólo se entiende, lo que ya es mucho decir, sino que además es interesante y hasta atrapante.
El primer planteo es tan elemental como fascinante: la idea de que la observación del cielo, en base a la cual se desarrollaron los primeros avances científicos, es tan antigua como la civilización misma: el cielo muestra, a los ojos humanos, una regularidad y una permanencia casi total, a pesar de lo cual la percepción del hombre fue cambiando a lo largo de los siglos. El libro relata desde las viejas creencias acerca de la rotación del sol, las esferas de cristal, los ecuantes y los epiciclos, hasta las concepciones actuales sobre el universo. Y es así es como van desfilando, entre otros, el astrónomo Tycho Brahe, que en el siglo XVI quiso probar que la Tierra no se movía disparando dos balas de cañón hacia el este y el oeste (si la Tierra se movía era obvio que la bala que iba en sentido contrario al movimiento tenía que alcanzar una distancia menor que la otra). Aparecen también Copérnico, Lavoisier y Newton, que ideó un sistema capaz de explicar al mundo como un espacio absoluto, un infinito vacío sobre el que fluye el tiempo continuo y matemático. El primer tomo concluye con Darwin, que escribió El origen de las especies a mediados del siglo XIX, pero tuvo que esperar 80 años para que la teoría cromosómica completara la suya y se elaborara la síntesis que dio a la idea del evolucionismo por selección natural una solidez indiscutible.
Editado por Capital Intelectual como parte de la colección “Claves para Todos”, que dirige José Nun, Diez teorías... se inscribe en un género –que se podría denominar “difusión”– que últimamente alcanzó insospechados éxitos de ventas con temas que van desde la matemática hasta la historia edulcorada en versión nac and pop. Aquí, la idea en la que se apoya el recorrido que pedagógica y pacientemente realizan Moledo y Magnani es que la ciencia es producto de una construcción colectiva que avanza paso a paso, pero cuyo camino está lejos de ser recto. Por eso exponen con una claridad fuera de lo común los pequeños avances, las confusiones y las ideas erróneas que más tarde condujeron a resultados verdaderos.
Lo que se discute, implícitamente, es la visión del avance científico como un camino llano y recto. Se lo postula, en cambio, como una calle del sur de Buenos Aires, llena de pozos, accidentes y obstáculos, que obliga a dar rodeos, desviarse e incluso retroceder. “Ninguno de los hombres que protagonizaron las diez teorías que conmovieron al mundo estuvo solo. Todos ellos se montaron en hombres gigantes, y si vieron más lejos, fue porque otros habían desbrozado el camino aunque no llegaran al final”, sostienen Moledo y Magnani, que aseguran que toda teoría científica es también, en el fondo, una teoría social. Y por eso, en un ejercicio constante para desmitificar la idea de genialidad individual, demuestran que los “descubrimientos” científicos, con su halo de romanticismo e iluminación, no son más que esa capacidad para ubicar, en el momentojusto, la pieza que faltaba del rompecabezas, la que permite darle un sentido completo a algo que antes no lo tenía.
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