Lunes, 24 de noviembre de 2008 | Hoy
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¿Por qué algunos países pueden crear riqueza, generar conocimiento, aplicar tecnología y aumentar la productividad, y otros no lo logran? El brillante economista Aldo Ferrer lo respondió en Café Cultura Nación en Buenos Aires. Durante las dos horas que duró el encuentro –la primera, expositiva y la segunda, de intercambio con las cincuenta personas que seguían atentas sus argumentos en el Centro Cultural Paco Urondo–, el referente del grupo Fénix y director de Enarsa repasó la historia económica del último siglo e hilvanó en su análisis el plano global, regional y nacional, para responder una pregunta tan clave como necesaria: ¿La Argentina puede alcanzar el nivel de desarrollo de otros países del globo?
“Lo que diferencia a una sociedad avanzada de una sociedad no avanzada es la capacidad de generar conocimiento, transformarlo en tecnología, y aplicarla a la producción de bienes y servicios. No sólo se trata de distribuir lo que hay, sino de aumentarlo, de crear riqueza: hablamos de desarrollo económico. Esto es en sí mismo un factor de distribución y de participación, que tiene repercusión en el empleo”, sostuvo el autor de Vivir con lo nuestro sobre el tema con el que abrió su charla: la distribución del ingreso.
Hoy el desarrollo debe ocurrir necesariamente en un mundo globalizado, que, encima, está en crisis. En opinión de Ferrer, no es posible definir estrategias válidas para el desarrollo nacional sin tener en cuenta el contexto internacional. “Lo que caracteriza a la crisis financiera actual es que todo el sistema quedó contagiado, porque está profundamente integrado. Por primera vez desde el fin de la segunda guerra mundial, la crisis abarcó no solamente a los segmentos de capital especulativo, sino al conjunto del sistema. Esto da lugar a un cambio de época y de políticas: estamos en presencia de una transformación importante”, anticipó el experto, para quien el colapso del modelo neoliberal en el mundo se registró antes en la Argentina, con la crisis de 2001-2002.
Pero hay una paradoja en el mundo contemporáneo, que Ferrer explicó así: “Aunque cada país está inserto en un escenario global, el proceso de gestación del conocimiento y de desarrollo sigue dándose esencialmente en cada espacio nacional. Lo que haga esa sociedad de fronteras para adentro en términos de cuestión social, de fomento de la tecnología, de la educación y de la defensa del mercado interno es esencial para que pueda desarrollarse”.
El desarrollo depende de la calidad de las respuestas que cada sociedad da a los desafíos internacionales. Entonces, reflexiona Ferrer, con cintura docente, ¿por qué algunos países respondieron bien y otros, mal? “Tengo una simple explicación: los países a los que les va bien son países que tienen una fuerte densidad nacional”. Este concepto engloba las siguientes características: alto grado de cohesión e inclusión social (la mayor parte de la gente participa y crea riqueza); calidad de los liderazgos, que conservan el poder poniendo en marcha los procesos de acumulación y gestión del conocimiento; instituciones razonablemente estables; y visión propia del mundo, independiente del pensamiento céntrico en cada momento histórico.
Tiempo de intercambio. Circulaba el micrófono. Las que, para el invitado, eran “muy buenas preguntas” se agrupaban en tandas. Ferrer anotaba los temas, que luego devolvía en explicaciones. “¿En qué situación estamos para desarrollar esta densidad nacional de la que usted habla?”, quiso saber alguien del público. Tras reponer los avatares que llevaron al derrumbe de 2001-2002, y las principales medidas que permitieron la reactivación –el producto bruto interno argentino es 60% más grande que en 2002, apuntó–, el economista dio su visón de futuro: “El país ha ganado capacidad de administrarse. Frente a una crisis financiera de este porte, la economía no descarrila, porque está apoyada en recursos reales”.
Cuando en el mundo vuelve a hablarse del estado interventor, dice Ferrer sobre la Argentina: “Hemos construido con muchas ambivalencias una práctica alternativa, porque el país ha salido de la crisis a partir de la heterodoxia. Todos los problemas actuales –el conflicto con el campo, la inflación, el tipo de cambio, el Indec, la discusión sobre el régimen jubilatorio– son problemas de fronteras para adentro. Es un gran progreso, porque ahora hemos ganado el derecho a cocinarnos en nuestra propia salsa. Hay que ver qué tipo de salsa armamos”.
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