ESPECIALES • SUBNOTA
› Por Eduardo Pavlovsky*
Habíamos sugerido más de una vez que el plan económico de ajuste de este gobierno favorecería la producción de estallidos sociales impredecibles en los sectores más marginados, a los que deliberadamente excluye, que a su vez originarían nuevas formas de represión y control social que gestarían nuevas formas creativas de insurrección. A la represión futura tenemos que estudiarla ahora. No mañana, cuando sea tarde.
En ese sentido es interesante observar el fenómeno Santiago, como un paradigma de nuevas formas de producción de subjetividad. La singularidad de ciertos fenómenos micropolíticos que se produjeron en los desórdenes sociales induce a lecturas ingenuas en algunos casos y mal intencionadas en otros. La velocidad que caracterizó la rebelión, el alto nivel de “contagio”, la creación de nuevas formas de individuación logradas, el efecto “hormiga” en los saqueos, el nuevo acontecimiento-devenir social en el despliegue de sus múltiples movimientos, sus voces circulantes, sus nuevas formas de solidaridad, la creación de nuevos órdenes en los fenómenos de caos son todos dignos de mención en este episodio de Santiago.
Durante el saqueo surgían nuevas formas de ordenamientos entre los cuerpos. Todo parecía ensayado. Por eso los incapaces de siempre hablan de los infiltrados, desconociendo la producción de registros de nuevos órdenes en los fenómenos micropolíticos de los estallidos sociales. En el mismo centro del aparente caos se están gestando nuevas organizaciones de futuros saqueos. Había una prolija disposición en los ordenamientos de los movimientos principales. Parecían hormigas de grandes intensidades. El que tocaba un colchón se lo llevaba. Nadie se lo extraía. Solidaridades mudas. Se ordenaban nuevas formas y velocidades que se gestaban en pleno proceso de violencia. Fenómenos de nuevos devenires sociales que no se pueden explicar en la intensidad de su despliegue sólo por las causas que parecen motivarlo. La historia puede explicar el porvenir. Pero no el devenir. El devenir estalla con sus nuevos órdenes. Lo que angustia a los dirigentes es la velocidad y el contagio de sus producciones. Nada teme más la dirigencia que la velocidad de los acontecimientos. Nadie puede creer lo que está viendo. La velocidad en la intensidad de las imágenes del estallido produce temor. Es el terror que produce el cuerpo del que ya no tiene nada que perder. Este cuerpo es veloz, intenso y contagioso. Cada vez que no entendemos la producción de los nuevos órdenes de los acontecimientos, apelamos a la palabra caos. Nuevas producciones de máquinas sociales. Se produce un motín en una cárcel y se irradia el contagio a varias cárceles simultáneamente. La energía del pueblo yace intacta. Pero hay un elemento nuevo en Santiago, una nueva ética del cuerpo que todo el país observó. El cuerpo social en pleno movimiento y las voces que como coro griego gestaban un nuevo discurso inédito en la historia de nuestro país. El total repudio a toda la clase dirigente en sus más variadas formas. Ataque a los emblemas de la Representación. Casa de Gobierno, Legislatura y Tribunales. La gran crisis de la Representatividad.
Nadie en ese momento singular cree que puede ser representado por nadie. Ni por políticos ni por la Iglesia ni por sindicalistas. Lo de Zavalía es un paradigma de la contundencia del discurso que se gestó en la insurrección.
Hasta hoy en la Argentina este fenómeno sólo se nombraba. En Santiago fue el cuerpo social en acción el creador de nuevos lenguajes. Una nueva ética del cuerpo que atravesaba los emblemas representativos. Esto es inédito. En el Cordobazo y en el ‘45 había representatividad. Aquí no.
Eran sólo cuerpos que hacían máquina con otros cuerpos apoyados por voces unánimes. Se hacía justicia. Una justicia que no demandaba ser dirigida por ninguna voz que no surgiera de la propia acción.
En ese momento sólo se cree en la solidaridad y en el agenciamiento que se produce en el cuerpo a cuerpo que se gesta en pleno movimiento.
A la cotidiana violencia, a la cotidiana marginación, a la cotidiana corrupción, a la cotidiana soberbia, a la cotidiana ausencia de justicia, a la cotidiana inmoralidad desplegada por la clase dirigente, surge el BASTA de la contraviolencia en pleno estallido como acontecimiento puro.
Nuevas formas de justicia se están gestando en Latinoamérica, nuevas éticas del cuerpo social en movimiento. La represión también trabaja.
Santiago fue una lección para no olvidar. El incendio se puede propagar.
* Médico psicoanalista. Difusor del psicodrama. Dramaturgo, director y actor teatral.
(Publicada el 22 de diciembre de 1993)
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