ESPECTáCULOS › OPERA DE WOLFGANG RIHM EN EL TEATRO COLON
“Es un torrente musical”
El Centro de Experimentación del Colón estrena una nueva puesta de Jakob Lenz. Alejo Pérez, el director, habla de la obra.
Por Diego Fischerman
Tormenta e impulso. Apenas una traducción imprecisa para tres palabras –sturm und drang– en las que se agita el espíritu del Romanticismo. Jakob Lenz, poeta fundamental de ese período, obsesionado con Friedericke Brion, la amada de Goethe, leído por Georg Büchner y luego por el libretista Michael Fröhling, es el personaje de una ópera que, como título, lleva su nombre. El compositor, Wolfgang Rihm –un discípulo de Karlheinz Stockhausen que aparece, en el panorama musical de los últimos treinta años, como la figura tutelar del canto a la subjetividad y el rechazo a las escuelas–, es, en todo caso, la encarnación más cercana de aquellas palabras. La obra, estrenada en Hamburgo en 1979, subirá a escena este domingo en el Centro Experimental del Colón (CETC), en una coproducción con el Muziektheater Transparant de Bélgica y los teatro La Monnaie (Bruselas) y De Singel (Amberes), con el auspicio del Instituto Goethe.
“Más allá de su evolución a través de los años, Rihm siempre luchó, en sus obras y en sus escritos, contra todo lo que tuviera una forma demasiado teórica o intelectual”, reflexiona Alejo Pérez, director musical de la nueva puesta. En una época en que Boulez y el propio Stockhausen definieron el perfil del compositor, precisamente, como el de un teórico, el gesto no es menor. “El defiende el aspecto físico de la música; el contacto con el sonido cuando se lo toca y cuando se lo percibe. Hay mucha elaboración de laboratorio pero, siempre, hay una aproximación elemental. Aun siendo complejas, el mensaje de fondo mantiene algo que se acerca a lo primitivo. En particular en el estilo vocal.” Pérez, nacido en Argentina y radicado en Europa, fundador de Ensambles XXI y actual asistente del director y compositor Peter Eötvös, dirigirá el año próximo, en la Opera de Lyon, títulos de Hans-Werner Henze y Leos Janacek. En esta ocasión conducirá un elenco internacional integrado por el barítono Hagen Matzeit como Lenz, el bajo Marek Gastecki como Oberlin y el tenor Lorenzo Caròla como Kaufmann, un coro y un coro de niños, acompañados por una orquesta de cámara conformada con músicos argentinos. Con funciones, además de la del estreno, el martes 3, el miércoles 4, el viernes 6 y el sábado 7, siempre a las 20.30, la régie será de la belga Caroline Petrick, quien propone una mirada minimalista; en sus palabras: “fílmica”. El diseño de iluminación corresponde a Alejandro Le Roux, la escenografía a Minou Maguna, el vestuario a Marcelo Salvioli y el diseño sonoro a Andrés Cabaleiro.
“La orquestación tiene una tonalidad muy mate; tiende siempre a lo oscuro”, dice Alejo Pérez. Se refiere a una conformación instrumental bastante atípica, que incluye dos oboes (uno de ellos alterna con corno inglés), clarinete (alterna con clarinete bajo), fagot (que cambia en ocasiones por contrafagot), percusión basada especialmente en membranófonos, tres cellos, trompeta y trombón. “En este caso, aprovechando las posibilidades espaciales del CETC, distribuimos los instrumentos en pequeños grupos lo que, aunque dificulta un poco la realización, ayuda a escuchar lo que sucede. Esta es una música muy auténtica, llena de momentos especiales, de magias, de secretos para descubrir. Es muy rica; tiene una paleta muy amplia de atmósferas. Y es muy dinámica, muy ágil. Cada cosa lleva a la otra. Es una especie de torrente, muy bien manejado.”
El director, por otra parte, piensa que “los géneros no deben tener límites. No es interesante pensar que la ópera deba ser necesariamente una cosa y no otra. Que llega hasta un punto determinado y, más allá, es experimentación o teatro musical. Me parece que la riqueza de cualquier género reside, precisamente, en poder borrar los límites. En ir desplazándolos; llevándolos cada vez más lejos. La necesidad de poner en acto un pensamiento teatral junto a la expresión puramente musical, lleva ya trescientos años y, por suerte, sigue vigente. Pero ni el teatro ni la música ni las necesidades expresivas son los mismos del pasado. El nombre que se le ponga a lo que resulta de la plasmación contemporánea de esas necesidades no cambia nada”. Si el texto de Jakob Lenz remite con claridad al Romanticismo, en la música, para Pérez, “hay gestos emocionales bastante directos. Incluso sin demasiado escrúpulo. Momentos de tonalidad clara, tal vez más barrocos que románticos pero, de todas maneras, donde se nota una intención expresiva muy fuerte. Es una obra con un acento emotivo. En ese sentido, es, indiscutiblemente, una ópera”.