ESPECTáCULOS › LAS BLACANBLUS PRESENTAN SU NUEVO DISCO, “SUENA EN MI”
“Nunca fuimos tradicionales”
En los ’90, la edición de Cuatro mujeres y un maldito piano las puso en el mapa del blues local. En este disco, el ahora trío de potentes voces femeninas se anima a otras fronteras.
Por Cristian Vitale
Después de la edición de Especial vivo (1998), a las Blacanblús parecía haberles pasado su cuarto de hora. Luego de un prometedor y repentino surgimiento en plena era del blues –apuntalado por Cuatro mujeres y un maldito piano, su debut, y tocatas calientes con Pappo y La Mississippi–, las potentes voces que se habían conocido estudiando canto negro entraron en un largo período de contracción. En parte, porque del cuarteto original quedó un trío (Mona Fraiman despegó hacia otros rumbos) y en parte también porque pocos sellos se arriesgaban a editarles material, en un contexto no tan propicio como había sido el del origen, mediando los ’90. “Hubo momentos duros”, ratifica Cristina Dall. “Veníamos trabajando bastante hasta que se fue Mona y hubo que acomodarse al nuevo formato. También hubo un bajón en términos publicitarios y periodísticos”, señala. Además de Dall, mujer orquesta y compositora de casi todos los temas, atravesaron la tormenta la percusionista y guitarrista Viviana Scaliza y Déborah Dixon, voz negra y costarricense, y entre las tres –ya cuarentonas– la fuerza fue tal que el grupo parece entrar hoy en un nuevo período de auge.
“No nos dimos cuenta del cambio de estructuras que se estaba dando en el mercado y nos quedamos un poco atrás”, apunta ahora Scaliza. “Creímos que podíamos poner nuestras condiciones para editar pero chocamos contra muchas paredes. Diría que, por momentos, entramos en desesperación”, dice. La carta de lucha de las renovadas Blacanblús se llama Suena en mí, el cuarto disco de la banda, que presentarán este viernes en el ND Ateneo con una novedad: la existencia de composiciones un tanto atípicas frente a la línea de negro spirituals y blues que instalaron en el imaginario colectivo años atrás. “Es un disco más abierto, digamos”, sintetiza Dixon.
–¿Tuvieron muchas trabas para editarlo?
Déborah Dixon: –Tardamos años. Al principio iba a salir por DBN, pero estalló la crisis y fuimos parte de la gran cantidad de rescisión de contratos que hubo en la compañía durante la crisis económica. Ante los problemas, nos asociamos con un productor (Fernando Taverna), lo grabamos en su estudio y todo se tornó largo y experimental. Primero, porque no recibimos un peso de ningún lado. Usamos dinero de nuestros bolsillos, que por cierto estaban bastante flacos y baqueteados, y después porque nadie nos apuraba. Cuando lo terminamos, salimos a buscar sello con el master en la mano y luego de algunos inconvenientes con otras compañías dimos con Aqcua. Para tenerla clara en este medio tenés que ser un águila nueva que avance contra viento y marea o estar en el mercado, sino no sirve.
Suena en mí, condimentado con las intervenciones de Miguel Botafogo, Sebastián Schachtel y Leo García, tiene algunas perlas que conectan al grupo con sus orígenes de excelencia vocal: el gospel que expone Amén o el blues de Juegos falsos, pero hay otras composiciones, como El mambo de la abuela, que sorprenden por sus aires rítmicos latinos, más cercanos al sol de Centroamérica que a las mustias iglesias del Mississippi. “Tenemos un tema anterior, El agitador, que ya habla de nuestras inclinaciones latinas. Pero es cierto que ahora nos metemos con menos miedo en esos sonidos”, explica Dixon.
–¿Están más intrépidas?
Viviana Scaliza: –No creo, porque nunca fuimos una banda de blues tradicional o cuadrado. Siempre mechamos jazz, blues y gospel, y cuando empezaron a pintar los temas nuestros, la cosa empezó a abrirse más.
D. D.: –Igual, para el imaginario popular somos una banda de blues.
–No es típico tampoco que versionen temas de otros. ¿Por qué hicieron Hombre de mala sangre, vieja canción de David Lebón?
V. S.: –Es la primera vez que hacemos algo así... era un tema que me gustaba a mí y lo cantaba en las pruebas de sonido para probar la guitarra y el micrófono. Cuando comenzamos con las maquetas de los temas, Tavername dijo que lo grabara y le contesté “¿te parece?, si nunca grabamos nada de otra persona”. Pero al final me convenció... lo arreglamos distinto y quedó bien. Bah, a mí me gusta.
–¿Era Leo García el indicado para cantarlo?
V. S.: –No es tan raro que esté... a él le encanta el rock nacional, y también cualquier cosa, desde Gilda a Britney Spears. Además, nos llevamos bárbaro cantando.
–¿Sigue siendo imprescindible incluir la tradición gospel en sus discos?
V. S.: –Sí, es una necesidad de volver a las fuentes. Es como un sello que nos marca, porque en ningún show falta el espíritu del gospel. Es con lo que empezamos, el factor que nos llevó a juntarnos hace tiempo.
Cristina Dall: –Cuando hacemos Amén, la gente se para y se pilla, sobre todo si lo cantamos afinado (risas).
–¿Qué connotaciones tiene Suena en mí?
V. S.: –Es un disco más para adentro, intimista. Tiene que ver con algo que está dentro nuestro desde que empezamos. Yo, a los 14 años ya estaba en un coro y lo que más me gustaba era el negro spiritual. Cuando empecé a escuchar las versiones originales hechas por negros y no por los coros de acá, me empezaron a interesar muchísimo más. Pasaron por mi vida Los Beatles, Bob Dylan, Joan Báez, Janis Joplin, pero aquello sigue y seguirá sonando en mí.