ECONOMíA › BRASIL NO VA A RENOVAR EL
ACUERDO CON EL FMI. WASHINGTON APLAUDE
Marca el paso pero sin el andador
El gobierno de Lula da Silva anticipó que no renovará el acuerdo con el FMI, con lo cual se compromete a cumplir con los próximos vencimientos de deuda, pero sin la tutela del organismo sobre sus políticas. La decisión fue recibida con satisfacción a ambos lados del mostrador.
Por Claudio Scaletta
Brasil resolvió no continuar bajo la tutela del FMI y no renovar el acuerdo que vencía este jueves. La decisión fue recibida con beneplácito tanto por Washington como por el propio organismo financiero. Las claves de tanto consenso son dos. Por un lado, la estrategia global del Fondo para reducir su exposición crediticia en los países más endeudados. Por otro, la confianza de los mercados financieros de que Brasil continuará aplicando las políticas recomendadas por el FMI sin el FMI.
El ministro de Hacienda, Antonio Palocci, hizo pública la determinación luego de varios meses de abundantes versiones. El presidente Lula da Silva sostuvo que Brasil es ahora un país responsable de sus propios gastos y tiene derecho de caminar por sus propios medios. “Nadie necesita decirnos que debemos ser responsables con los gastos públicos”, afirmó.
En representación de Washington, el secretario del Tesoro, John Snow, fue uno de los primeros en afirmar que la decisión de Brasil era una “noticia estupenda” y “un sello de los logros financieros del país”. “El crédito de este éxito hay que dárselo al presidente Lula”, afirmó.
En septiembre de 2002, cuando se firmó el último acuerdo, Brasil atravesaba la “crisis electoral” por el potencial triunfo de Lula, una potente especulación de los mercados financieros que desconfiaban de las intenciones del actual presidente. Luego de la crisis argentina el momento de la región no podía ser peor, pero Washington no estaba dispuesto a agravar la situación.
El director gerente del FMI, Rodrigo Rato, también se sumó al coro de los complacidos. “La decisión de las autoridades refleja los resultados impresionantes, generalmente superiores a las expectativas, de la estabilización macroeconómica de Brasil y de las políticas de reformas que han sido apoyadas por el actual acuerdo”, afirmó.
Todo cambia. Un presidente de un gran país latinoamericano altamente endeudado, alguna vez tildado de izquierdista, anuncia con bombos y platillos que se libera del odiado Fondo Monetario Internacional y, tanto desde el Fondo como desde Washington lo felicitan por su decisión. La ortodoxia de todo el mundo, además, lo pone en el mismo lugar ejemplar que, en el pasado, ocuparon otros líderes liberales. Suena extraño, pero puede explicarse.
Los primeros datos a considerar provienen de la economía, precisamente de lo que los economistas llaman los “fundamentos”, un discurso conocido en la Argentina durante los ‘90, cuando todo andaba bien porque los “fundamentals de la macro” lucían bien.
Lo cierto es que el ciclo expansivo de las exportaciones impulsado por los buenos precios internacionales junto a un poderoso aparato productivo que, con altibajos, aprendió a convivir con tasas de interés altísimas, fue acompañado en el plano interno con una disciplina fiscal y monetaria acorde con los estándares demandados por los organismos internacionales.
En 2004, el PIB brasileño creció el 5,2 por ciento, la mayor tasa de los últimos 10 años. La proyección para el 2005 es un poco menor, en torno del 3,7 por ciento. Pero, según aclara el economista Santiago Parrella, de la consultora MVA Macroeconomía, debe considerarse que los números de crecimiento de Brasil nunca estuvieron en rojo. Mientras la Argentina con tasas de crecimiento espectaculares todavía no alcanzó los niveles de producción de 1998, Brasil creció el 15 por ciento desde entonces.
Si bien al igual que el resto de la región el país se benefició de los buenos precios internacionales, el verdadero motor del crecimiento brasileño fueron las exportaciones, que pegaron un gran salto desde mediados de 2002. A pesar de que el crecimiento también expandió las importaciones de 2004 un 32 por ciento, se alcanzó un nivel de superávit comercial record de 33.700 millones de dólares, lo que también permitió que el superávit por cuenta corriente llegue a los 11.700 millones. A modo de comparación, el déficit comercial de 1998 fue de 33.000 millones, recuerda Parrella.
Detrás de este resultado no se encuentran sólo los buenos precios internacionales, existen también cambios cualitativos. Algo que bien sabe la Argentina, que en los últimos años debió redireccionar sus ventas a Brasil e incluso competir en terceros mercados con bienes que antes le vendía. Esto ocurre tanto en productos de origen primario como industriales.
Las miradas más optimistas agregan al boom exportador las mejoras en el mercado laboral, donde el desempleo se redujo el año pasado al 9,6 por ciento, el mejor nivel desde que Lula ocupa la presidencia. Dado que la masa salarial se incrementó en el 5,2 por ciento, por el efecto combinado del menor desempleo y un aumento salarial promedio del 1,9 por ciento, algunos analistas consideran que esto impulsó el consumo. No obstante, los sectores productivos vinculados con la renta interna son los que menos se expandieron.
Un dato de vulnerabilidad reside en el nivel de la tasa de referencia (Selic), que presenta rendimientos reales sumamente positivos, el 19,5 por ciento frente a una inflación que, en los últimos 10 meses, fue del 7,4 por ciento. Esto afecta los inmensos pagos de deuda. El año pasado se pagó intereses por 48.100 millones de dólares, el equivalente al 7,3 por ciento del PIB, una cifra impresionante que, no obstante, es la menor de los últimos 3 años. Así, aunque el superávit primario haya sido de 30.400 millones, 4,6 del PIB, por encima del 4,5 acordado con el FMI, el déficit fiscal terminó en el 2,7 por ciento. Con todo, la deuda pública brasileña está lejos de tener el peso de la argentina en relación con el PIB y sólo alcanza al 51,5 por ciento. Vale recordar, sin embargo, que su duración (estructura de vencimientos) es menor. Para Parrella resulta preocupante que alrededor de la mitad de esta deuda esté indexada por la Selic.
En los números de Brasil, los pagos que deberá cancelar con el FMI sin acuerdo de refinanciación son importantes, pero no imposibles. Se trata de 26.600 millones de dólares en 3 años, de los que 8100 deberán efectivizarse el corriente año. En el peor de los casos, la cifra no parece alta frente a reservas internacionales netas por más de 34.000 millones de dólares. Como lo demuestran las expresiones de júbilo de la ortodoxia, de Washington y del propio FMI, la solución de pagar parece buena para todos, más cuando no existe ninguna señal de que el gobierno de Lula tenga en la mira salirse de la política monetaria y fiscal que sugieren los organismos. “No tendremos un acuerdo con el FMI, pero eso no significa que no tengamos una agenda de medidas fiscales y estímulo a la producción como ha sido en todo este período del gobierno”, reafirmó Palocci. “Es mejor para Brasil, para el FMI y para nuestra economía no renovar el acuerdo”, concluyó.