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Los “lindos”, mujeres y hombres, perciben sueldos entre 10 y 15 por ciento más altos que la “gente común”, en casi todas las ocupaciones. A esa controvertida conclusión llegan dos estudios, uno de la Universidad de Harvard y otro de la Universidad de Texas. Según los autores, la discriminación por la “belleza” del empleado es significativa y comparable con la discriminación salarial por género (los hombres ganan más que las mujeres), o por raza (los blancos ganan más que los negros) en el mercado laboral norteamericano. La novedad es que los investigadores de Harvard realizaron un “experimento de laboratorio” en Tucumán, con la intención de poner a prueba esa tesis en otro país. Para los economistas norteamericanos, el experimento argentino no sólo ratifica aquella idea sino que, además, explica por qué “la belleza importa” a la hora de negociar el salario.
Cada vez más en Estados Unidos los economistas académicos están abocados al estudio de las causas de las diferencias salariales en el mayor mercado laboral del mundo capitalista. Algunos resultados, como los que se presentan a continuación, pueden sonar prejuiciosos. Pero, lejos de esa intención, los autores realizan complejas observaciones empíricas, a las que buscan darles una explicación.
“Por qué la belleza importa” se titula una investigación reciente encabezada por Markus Mobius, de la Universidad de Harvard, que, además de repasar estudios anteriores sobre la materia tiene la particularidad de haber realizado un “experimento” muy particular en la provincia de Tucumán.
Según Mobius, las investigaciones previas (“Belleza y mercado laboral”, Daniel Hamermesh, Universidad de Texas), en Estados Unidos, muestran que “los trabajadores con estándares de belleza por encima del promedio ganan entre 10 y 15 por ciento más que los trabajadores por debajo del promedio de belleza”. Por supuesto, qué es ser lindo “en promedio” es algo que los economistas definen previamente de acuerdo con algunos patrones (de altura, peso, etc.) aceptados socialmente en Occidente. Otras “evidencias empíricas” muestran, además, que:
- Los efectos de la discriminación por el aspecto físico valen tanto para los hombres como para las mujeres.
- Si bien esta discriminación es más importante en algunas ocupaciones relacionadas con ventas y la interacción con clientes, se constata en todo el mercado laboral.
- Las mujeres “menos atractivas” tienen una menor participación en el mercado de trabajo.
Con esas observaciones en mente, el economista de Harvard buscó algunas respuestas en Tucumán. “Los participantes de nuestro experimento fueron estudiantes y graduados de Tucumán, Argentina, quienes fueron divididos en dos grupos: trabajadores y empleadores”, narra Mobius. El ensayo consistía en que los “empleados” realizaran un trabajo simple de resolución de problemas de computación, y que los “empresarios” estimaran la productividad de cada trabajador y les fijaran salarios acordes.
“Podemos identificar tres canales a través de los cuales el atractivo físico eleva la consideración de los patrones respecto de la capacidad de sus empleados”, afirma el documento. Dichos “canales” son los siguientes: 1) “Observamos que los trabajadores físicamente atractivos son sustancialmente más confiados y una mayor confianza mejora la posibilidad de obtener mayores salarios al discutir con el empleador”, asegura el estudio.
2) “Los empleadores (equivocadamente) esperan que los trabajadores más atractivos físicamente se desempeñen mejor que los otros, y por lo tanto son considerados (equivocadamente) más capaces”, agrega.
3) “Los trabajadores físicamente atractivos son más desenvueltos oralmente, lo que mejora sus salarios cuando interactúan con los empleadores”, concluye.