ESPECTáCULOS
“A mí la música me salva, logra que me sienta viva”
La música Nora Sarmoria presenta mañana en el Centro Cultural del Sur la mayoría de los temas que grabó para su quinto CD, “Libre de Consenso”, donde optó por buscar un tono más intimista.
Por Cristian Vitale
“Este es un país que valora más a los intérpretes que a los compositores. Tienen fama, gloria... más si son mujeres.” Nora Sarmoria trata de definir a uno de sus referentes, Cuchi Leguizamón. Pero, tal vez a contramano de su conciencia, se involucra, porque es mujer y compone. Se da cuenta, pero sigue. “Como mujer es más probable llegar a la gente cantando temas de otro que componiendo o tocando el piano. Decir letras tiene una llegada directa, está más aceptado, porque la mujer está asociada al canto y no a la música instrumental. Estamos en un mundo injusto, en el cual los prejuicios siguen existiendo”, observa la pianista argentina, que nada contra la corriente desde su primer disco Vuelo uno (1995). Cuando se refiere al mundo, no lo hace como una abstracción. De hecho, recorrió sola con su piano lugares inalcanzables para esos famosos que ubica en sus antípodas: Japón, Letonia, Dinamarca, Estonia, Noruega, Alemania y Bélgica, llevando composiciones propias y versiones de autores argentinos de tango y folklore. “Parece increíble, pero en Dinamarca una organizadora de festivales de jazz me dijo que si yo me presentaba con mi currículum sudamericano ante un hombre, lo tiraba a la basura sin enterarse de nada. Se supone que ese país es uno de los tops de la cultura occidental. El machismo es mundial, igual que el racismo. Son estados primitivos del alma, difíciles de erradicar”, detalla.
Tras el paréntesis ideológico, el último sorbo del café con leche va acompañado de comentarios sobre su nuevo disco, el cuarto de su carrera solista –el quinto incluyendo Sonideras, grabado con Lilian Saba–, llamado Libre de consenso, que presentará mañana en el C. C. del Sur (Caseros 1750) y el sábado en Templum. El trabajo tiene que ver con Cuchi Leguizamón, la discriminación y su experiencia: “Toqué piano solo en más de la mitad de los temas. Es como una síntesis, porque en otros trabajos invité una gran cantidad de personas. Con este el objetivo fue presentar lo que hacía en vivo. Cuando viajo al exterior, siempre toco sola”.
–¿Le resulta complicado grabar con otros músicos?
–No. Son estados de ánimo. Por suerte, en todos los discos siempre estuve libre de consenso, nunca busqué consensuar con lo que querían los demás. El consenso siempre es conmigo misma y nunca reparé en las demandas exteriores, si no nunca hubiese hecho lo que hice. En el momento que grabé mis primeros discos tenía una necesidad de compartir música con otros, una cuestión física y espiritual. Ahora tengo una necesidad muy fuerte de reflejar otra cosa más intimista.
–Pero compartir es consensuar...
–Solo con los músicos que convocás. Hay una complicidad, un acuerdo de hacer música como un acto de amor. Hay un juego mutuo entre el invitado y el que invita. No se trata de contratos de súper estrellas ni nada que se parezca, solo existe la hermandad de componer.
Libre de consenso se divide en dos partes. Las primeras ocho canciones la muestran como solista, tocando temas propios y versiones íntimas de autores como Hugo Fattoruso (“Brisas”), Cobián/Cadícamo (“La casita de mis viejos”), Castillo/Troilo (“María”) y Leguizamón (“Zamba del mar”). “Elegí ‘Zamba del mar’ por su melodía impresionista, por el juego con las novenas y demás. Es increíble que al tipo se le haya ocurrido hacer la zamba del mar en el medio de Salta. La modifiqué en poco, la hice más carpera, tipo cueca”, explica su decisión. “Con ‘La casita...’ me pasó algo raro... jamás volvería vencida a la casa de mis viejos, pero me pareció tan ridícula que me dio por cantarla. ‘María’, es una búsqueda solitaria, hermosa y absoluta.” En la segunda parte, en cambio, Sarmoria presenta su trío (Martín Pantyrer en saxos, Facundo Ferreira en percusión) y el repertorio, tenso y elaborado, es suyo. “No me gusta escribir arreglos de otros, no acuerdo con el tango con saxo o la zamba con percusión. Por eso, la primera parte la grabé sola, en la intimidad y a las 3 de la mañana. Refleja una noche mía, un lugar que tiene que ver con sensaciones privadas. La idea inicial era hacer dos discos, pero llegué a la conclusión que grabar todo un disco con el trío no me gustaba.”
–¿Le resultaba redundante?
–Sí. Era una sonoridad que no me daba para todo el disco. Por eso intenté balancear las estéticas en un solo trabajo. Está lo masculino y lo femenino.
–La grabación fue durante el estallido social de diciembre. ¿Necesitó componer para abstraerse?
–Absolutamente. La vida pasaba, pero yo estaba inserta en otra cosa. El exterior era una película. Nunca llegué a creer lo que pasaba. Y tampoco lo creo: no me siento parte de lo que pasa, porque no leo el diario, no veo TV y cuando la prendo aparece la Süller hablando pavadas. No puedo creer el nivel de cosas que se dicen en TV. Prefiero abstraerme con una búsqueda interior. Lo mejor que puedo hacer por mí y los que me rodean es música. Me siento útil así, siempre que no se transforme en una situación enfermiza.
–¿Qué estado interno la motiva a componer canciones de formas tan diferentes?
–Compongo siempre desde una necesidad afectiva. En los momentos de quiebre o de cambios. Es una necesidad biológica desde lo más primario hasta lo último que me mantiene viva y me conecta con mi esencia. Lo que compongo ya lo hice alguna vez. No quiero entrar en un misticismo inexplicable, pero la música me salva de estar mal: me hace sentir viva.
–En los créditos usted aparece como productora artística y ejecutiva ¿por qué elige la autosuficiencia?
–No me queda otra salida. Si yo no produzco lo que hago, nadie pone un mango. Nadie invierte en algo que no cree. Hice lo mismo en todos los discos, porque creo mucho en lo que hago. No creer en lo mío sería como morir en vida.