ESPECTáCULOS
La tragedia de Hiroshima como un asunto personal
La versión teatral de la famosa novela del ensayista y narrador japonés Kenzaburo Oé, de Patricia Espinosa y Román Podolsky, vincula la elección del propio destino con los temores ancestrales masculinos.
Por Cecilia Hopkins
Nacido en una aldea japonesa de la isla Shikoku, el escritor y ensayista Kenzaburo Oé (Premio Nobel de Literatura 1994) ya era un narrador prestigioso a fines de los ‘50, cuando rondaba los 25 años. Poco después, su escritura da un vuelco decisivo a partir del momento en que nace su primer hijo, afectado por una grave enfermedad mental. Seguido a este hecho, un viaje que realiza a Hiroshima lo impresiona vivamente: en el hospital donde son asistidos los sobrevivientes de la explosión atómica, el escritor conoce a un médico cuya entrega humanitaria cambia sus sentimientos acerca de la propia tragedia familiar. En su novela Una cuestión personal, de 1964, Oé describe con minuciosidad el proceso que lo lleva a abandonar su estado de inacción y comprometer todos los medios posibles para revertir la condición vegetativa que habían pronosticado para el futuro de su hijo. Algo que finalmente consigue con resultados asombrosos, ya que ese hijo suyo se convertirá con el tiempo en un renombrado compositor.
Bajo la dirección de Román Podolsky, Una cabeza de más es la versión escénica de Una cuestión personal compuesta por el director junto a Patricia Espinosa. La historia se detiene en el momento en que la madre y el hijo abandonan el hospital, luego de la delicada intervención que se realiza al niño, tras el cambio de actitud que se opera en su padre. En esa selección fueron eliminados todos aquellos elementos de orden moral referidos a la toma de conciencia y a la responsabilidad paterna. El resultado es una obra que expone un clima perturbador de principio a fin, que vincula el tema de la elección del propio destino con ancestrales temores sexuales masculinos. Biro, el protagonista (Martín Salazar), debe sobreponerse al cinismo que demuestra el cuerpo médico que trata al recién nacido.
Los actores componen sus roles desde el tratamiento distanciado de las emociones y el efecto ascético resultante se potencia mediante la utilización de la tarima blanca sobre la que se presentan las escenas centrales. La música, por su parte, funciona como elemento integrador de estados de ánimo y sensaciones de los personajes, tanto de Biro como de Himi (María Durand), la mujer que lo intenta consolar tratando de reavivar en él antiguas ansias de aventuras. De esta manera, un hipotético viaje a Africa aparece como una fantasía de evasión de su actual situación de abatimiento existencial.