SOCIEDAD › TRES CHICOS Y UN ANCIANO SUFRIERON GRAVES MORDEDURAS
Un verdadero día de perros
¿Existen razas peligrosas? La pregunta surgió tras una sucesión de ataques de un doberman y un dogo. Las tres víctimas están internadas.
Por Pedro Lipcovich
Dos chicos fueron mordidos en la Ciudad de Buenos Aires, y uno de ellos sigue internado; una nena, atacada en Catamarca, también fue a parar al hospital; un anciano, tras un suplicio que duró 20 minutos, está en terapia intensiva: en todos los casos, los causantes fueron perros y la proliferación de estos ataques pone de relieve la responsabilidad social respecto de estos animales. Una corriente de especialistas propone directamente prohibir razas como el doberman o el dogo argentino. Otra corriente sostiene que es posible coexistir con estos animales, pero a condición de que tempranamente, entre la cuarta y la decimoquinta semana de vida, hayan recibido la “socialización”, la “estimulación” y la “jerarquización” acordes con el medio y el grupo familiar donde habrán de convivir.
“Se le echó encima a Juan José y lo mordía en la cabeza... Yo traté de sujetarlo, pero no lo soltaba... Entonces le echaron agua y lo soltó, pero volvió a morderlo en el brazo... Volvían a tirarle agua y retrocedía, pero lo volvía a morder en la oreja, en la pierna...” Con voz entrecortada, Andrea Zubeldía narraba ayer, en el Hospital Ramos Mejía, lo que había pasado la noche anterior en su casa de Saavedra al 500. El chico, de 11 años, seguía internado anoche, pero fuera de peligro. Su hermano Lucas, también atacado por el animal, había sido de alta con el brazo en cabestrillo. El perro, un doberman, está en el Instituto Pasteur.
La agresión había sido sorpresiva: los dos chicos jugaban con una pelota en el comedor de la casa cuando el perro irrumpió desde el patio y atacó. Había sin embargo dos antecedentes que (como se verá más abajo) un especialista en comportamiento animal hubiera considerado significativos: unos meses antes, el animal había atacado a su dueño, el padre de los chicos. El otro dato de interés era que la familia había recibido al perro cuando tenía más de un año y que el animal no se había criado en la ciudad sino en una quinta.
En cuanto al episodio en la ciudad de Catamarca, afectó a una nena de unos dos años, que está internada en el Hospital de Niños local. La chiquita estaba jugando en el patio de su casa, en la localidad de Bañado de Ovanta, a 110 kilómetros de la capital catamarqueña, cuando un perro cuya raza no se precisó, propiedad del abuelo, le causó heridas gravísimas en la nariz, el pómulo, el mentón y los labios.
En Rosario, Juan Rij, de 93 años, que vive solo en Pasaje Chilavert al 5500, fue agredido por un dogo argentino macho de tres años de edad, que entró saltando el tapial. Varios vecinos intentaron en vano separar al animal, que continuó atacando durante unos 20 minutos hasta que lo dominaron los bomberos. Rij sufrió hundimiento craneano al caer, y desgarros en la masa muscular del brazo y de una pierna.
Según comentó a este diario Claudio Gerzovich Lis –ex responsable del servicio de comportamiento canino y felino de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA–, “hay un debate mundial entre especialistas sobre si en la conducta agresiva de los perros predominan o no las causas genéticas. Quienes así lo sostienen proponen la prohibición de razas como el doberman, el dogo argentino, el ovejero alemán, el rotwiler, el pitbull terrier o el fila brasileño; estas prohibiciones, efectivamente, se vienen cumpliendo en países europeos. Pero otros, entre los que me incluyo, sostenemos que lo más importante no es el componente genético sino el ambiental”.
En la línea que destaca lo genético, el entrenador Daniel Reidal observó que “el doberman o el dogo no son razas originales, sino logradas por cruzamientos especiales en orden a su agresividad, en función de la caza o como guardianes, y aparecen problemas cuando, en lugar de recibir un entrenamiento especializado, son entrenados en forma ‘amateur’”.
Gerzovich Lis, por su parte, subrayó que “especialmente entre la cuarta y la decimoquinta semana de vida, el perro pasa por un período desocialización, estimulación y jerarquización. Si el animal va a estar en contacto, por ejemplo, con bebés, chicos más grandes u otros animales como gatos, es necesario que ya desde esa edad formen parte de su entorno habitual; eso es la socialización. Y, si va a vivir en la ciudad, conviene que en ese período ya esté en un ambiente con autos, colectivos, ruidos”.
“En cuanto a la jerarquización –continuó Gerzovich Lis–, se refiere a que el perro es un animal que vive en jaurías con un líder y un ordenamiento jerárquico de arriba abajo: en la casa, debemos jerarquizarlo adecuadamente, pero sin abusar de la violencia, para que ocupe el último lugar en el grupo.”
“Entonces –ejemplificó el especialista–, es posible que un doberman bien socializado, estimulado y jerarquizado no ataque a sus dueños, mientras que un pequinés que no haya cumplido esos requisitos puede tener conductas agresivas; claro que, por su menor tamaño y fuerza física, va a ser fácilmente controlado.”
En cuanto al caso de un perro que haya atacado a su dueño, “es un trastorno que requiere un diagnóstico, un pronóstico y un tratamiento comportamental o medicamentoso. Eventualmente, lo mejor puede ser no conservar al animal, según el riesgo que presente”, explicó Gerzovich Lis.