PSICOLOGíA › UNA “INSTANCIA ETICA” EN EL VINCULO MADRE-HIJO
El más antiguo oficio de la cultura
Por Beatriz Taber *
Cuando comencé a trabajar con Ulloa en intervenciones institucionales, me sorprendía su interés por la ternura y sus fundamentos y el hecho de fundarla como pilar de la cultura. Debo reconocer que para mí, analista lacaniana, la palabra ternura no formaba parte del diccionario propio al ámbito analítico. “Ternura es una palabra que tiene mala prensa entre los analistas”, dice Fernando. Desde una escucha entre desconfiada, resistente y curiosa, poco a poco los fundamentos conceptuales que da Ulloa de la ternura albergaron mi clínica.
Sostiene Ulloa que es “el más antiguo de los oficios de la cultura” y formula: “La ternura, siendo de hecho una instancia ética, es inicial renuncia al apoderamiento del infantil sujeto. Para definirla en términos psicoanalíticos, diré que la ternura es la coartación –el freno– del fin último, fin de descarga, de la pulsión. Esta coartación del impulso de apoderamiento del hijo, este límite a la descarga no ajeno a la ética, genera dos condiciones, dos habilidades propias de la ternura: la empatía, que garantizará el suministro adecuado (calor, alimento, arrullo, palabra) y, como segundo y fundamental componente, el miramiento. Tener miramiento es mirar con amoroso interés a quien se reconoce como sujeto ajeno y distinto de uno mismo” (Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Paidós). En otros textos, Ulloa coloca una tercera condición en el fundamento de la ternura: el buen trato.
Lo original en esta aproximación a la ternura radica en el hecho de considerarla como una instancia ética: “... inicial renuncia de apoderamiento del infantil sujeto”. Renuncia materna a apoderarse de su producto, sin abandonarlo en su desamparo, garantizando el suministro y reconociendo, allí, un sujeto ajeno. En contrapunto, recordemos la conocida fórmula de Freud en El malestar en la cultura: “... el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo”. Así como el texto freudiano nos trae lo imperecedero del malestar en la cultura, costo de la renuncia pulsional que la civilización impone a cada sujeto, el texto de Ulloa pone en causa otro imperecedero como fundamento de la cultura: la ternura, único garante de la posibilidad de supervivencia y constitución psíquica de cada infante al nacer.
* Psicoanalista y analista institucional. Coautora de Los jóvenes y sus derechos. Extractado del trabajo “De la ternura a la crueldad”, incluido en Pensando Ulloa.