Domingo, 26 de noviembre de 2006 | Hoy
REPORTAJES › REPORTAJE A FRANCISCO DE NARVAEZ
El diputado pide pista para ser gobernador bonaerense, pero también sugiere el destino del líder del PRO, en el marco de un acuerdo con el lavagnismo. Critica a Kirchner y a Moreno, pondera a López Murhpy y a Blumberg y dice que Duhalde está “más activo de lo que parece”. Además, promete formar un poderoso multimedio.
Por Diego Schurman
La mesa está hecha con tablas de lapacho de una balanza de hacienda. En el centro sobresale un router para la conexión inalámbrica de Internet y a un costado asoma un platito con caramelos Media Hora. Pero Francisco de Narváez pide centrar la vista en la pared, donde un símil de la Rosa de los Vientos, del artista Nicolás García Uriburu, muestra el Sur y no el Norte en la parte superior de los puntos cardinales.
–Me gusta porque tiene esa particularidad. Es algo distinto –ensalza la obra pictórica que exhibe en su moderna oficina de Las Cañitas. Aunque parece estar hablando de sí mismo.
Camisa azul, pantalones sport y un tatuaje asomando decididamente por el cuello, el diputado lavagnista sabe cómo no pasar desapercibido. Desde que vendió la emblemática Casa Tía a una suma sideral viene probando suerte en distintos emprendimientos: impulsa compañías informáticas, textiles y avanza en la compra de medios de comunicación. Pero el 2007 lo encontrará, además, trabajando para ser candidato a gobernador bonaerense.
–Lavagna lo bendijo, ¿se ve como sucesor de Solá?
–Sí. Pero falta...
–Hay reuniones...
–No está mal que haya reuniones. Pero yo tengo que caminar la provincia. Y tener buena intención de voto.
–¿Hay otro en su espacio que quiera ser gobernador?
–Sarghini, también del grupo El General. Es muy buen candidato.
–Las encuestas dicen que el kirchnerismo se impone.
–Creo que hoy sí, se impone en el distrito.
–¿Considera que esa tendencia se puede revertir?
–Las personas optan cuando hay opciones. Por eso hay que construir una opción. Si hoy me dicen “lo único que hay es sopa”, entonces la gente va a decir “denme sopa”. Más adelante habrá un menú más amplio.
–¿Enfrentaría a cualquiera?
–Hay que enfrentar al Presidente. El va a hacer la campaña porque más que nunca la presidencial se define en la provincia.
–En su sector muy pocos hablan de la desaparición de Julio López, que sucedió en el distrito que usted aspira a gobernar.
–Sin dudas hay que hacer una lectura política. Y marcar la enorme falencia del gobierno de Solá en el tema.
–¿Por qué Kirchner lo definió como el “Berlusconi del subdesarrollo”?
–Fue una mala tarde del Presidente. No fue un término feliz. Pensó que desde el grupo mediático del que soy partícipe (América) estaba conspirando. En todo caso, fuimos críticos con algunas decisiones.
–Raramente Kirchner menciona con nombre y apellido a sus enemigos políticos. Tuvo ese “privilegio”.
–Sí. Creo que cometió un error. De hecho, está en los libros de política que uno a sus adversarios no los nombra. Pero no me preocupa.
–¿Habla con Duhalde?
–Hablé hace unos meses. Está más activo de lo que parece. Nadie puede pensar que está ajeno a lo que pasa y menos en la provincia.
–¿Duhalde quiere “facilitar” el armado con Lavagna y Macri?
–Sí. Con Roberto tiene una relación íntima desde abril del 2002. Con Mauricio desde otros lugares, como el fútbol. Lo reconoce como un dirigente muy significativo para la política argentina. El ve un acuerdo, una concertación entre los dos. Y me parece bien.
–“Lavagna presidente-De Narváez gobernador” ¿Y en la ciudad?
–A mí me gustaría que Mauricio fuera de candidato a jefe de Gobierno porteño. Creo que se podría trabajar con él. Lo veo en la ciudad.
–¿Usted se considera un nuevo Macri?
–Sí. Mauricio y yo venimos del mismo cuadrante. Desde lo social y lo económico. Su padre era un inmigrante, mi abuelo también. Tenemos incentivos parecidos. Lo respeto mucho por eso.
–Macri tiene años. Usted es más nuevo. ¿Le juega en contra?
–Mauricio ingresó a la vida pública, si no contamos lo de Boca, a principios del 2001. Y yo fui una de las primeras personas que se sentó con él. El trabajaba en la política y yo para la política: lo ayudaba en su primer armado de Creer y Crecer.
–López Murphy pone ciertos reparos a una alianza con Lavagna.
–Creo que él puede ser un muy buen legislador. No le fue bien en ejecutivas. Pero tiene que estar dentro de este esquema.
¿Y Blumberg?
–Es un referente social. El decidirá si ingresa a la política o si lo hará para pelear por un cargo ejecutivo o legislativo. Yo no hablé con él de política. Pero también podría estar en nuestro espacio. Los únicos que tienen que quedar afuera son los extremos.
–¿Quiénes son los extremos?
–Los que creen que el mercado o el Estado resuelven todo.
–Pero si viene de un mundo donde se sacraliza al mercado.
–Noooo. No es tan sagrado.
–Además participó de la campaña de Menem, quien desguazó el Estado.
–Con Menem conversé por primera vez en el 2003. Me invitó para ser, en caso de ganar, ministro de Desarrollo Social. En un país donde el 60 por ciento de la población estaba debajo de la línea de pobreza no había desafío más grande. Y me interesaba. Pero yo sostengo que el Estado debe regular inteligentemente.
–¿El control de precios no es una regulación inteligente?
–No. Uno puede apelar al control o indicación de precios durante un lapso, con fecha de inicio y fin. Pero acá, una vez que se entra en esta dinámica, nunca se sabe el día en que se sale. Que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se preocupe por la estacionalidad de ciertas frutas y haga unos desbarajustes fenomenales porque no le da el índice de inflación a fin de mes, me parece una locura.
–¿Cuántos empresarios piensan como usted?
–Muchísimos. Moreno le ha sido útil a la política de amedrentamiento del Presidente. Todos conocemos las anécdotas de Moreno, a las seis de la mañana, con un revólver arriba del escritorio, atendiendo a empresarios.
–¿Eso le pasó a usted?
–Nooooo. Pero conozco las historias de buena fuente. Nadie ha salido a desmentirlas. La razón no tiene que ver con el autoritarismo. Cuando se termine el ciclo de los controles de precios termina el ciclo de Moreno. Tiene los días contados en su cargo porque no tiene política.
–¿Pero Kirchner no le devolvió un rol al Estado?
–Tiene una concepción pequeña del Estado. Viene de la experiencia de una provincia chica como Santa Cruz, donde hacía un par de contratos de energía, tenía una administración pública enorme y un sector privado que acompaña. Pero a nivel nacional, el sector privado es el que genera la actividad económica y el Estado el que acompaña. Se quedó en el tiempo. Se quedó en los ’70.
–Probó suerte con Menem y perdió. Probó suerte con Duhalde y perdió. Ahora prueba suerte con Lavagna. ¿Usted no será mufa?
–(Se ríe.) ¡¡¡La tercera es la vencida!!!
–Alguna vez estuvo cerca de Kirchner.
–Durante la campaña, Duhalde me pidió que colaborara con Kirchner. Le dije que no porque no compartía lo que decía. Cuando asumió, Kirchner me invitó, como empresario privado, a una gira por Alemania. En la dinámica y lógica del kirchnerismo que a uno lo suban al avión presidencial quiere decir que uno es kirchnerista. Conmigo eso no va.
–¿Los empresarios que suben al Tango son kirchneristas?
–No digo todos. No en mi caso. Es verdad que el Presidente me invitó a su despacho y conversó conmigo una hora y pico. Me dijo que estaba agradecido. Cuando terminó le dije que no compartía su proyecto.
–¿No comparte nada?
–Es un autoritario. Debería convertir la bonanza económica en políticas de Estado. No cualquier cosa para ganar la próxima elección.
–Ejemplos, por favor.
–¡¡¡Papeleras!!! Ya no sabe cómo patear el tema. Es un frontón. Lo patea pero el tema vuelve. Utilizaron el tema políticamente. No es un tema de ganadores y perdedores. Había que hacer un análisis de inversión para relocalizar las plantas en vez de confrontar.
–Le recuerdo que Lavagna fue funcionario de Kirchner.
–Sí. Creo que muchas cosas que se hicieron bien tienen que ver con Lavagna. Como ministro de Economía representaba mucho más que el 50 por ciento del gabinete. De hecho, no participó de la campaña del 2005.
–Ese fue el principio del fin de Lavagna en el Gobierno.
–Kirchner se sacó en el 2005 al FMI, al duhaldismo y a Lavagna. Ahora vemos el kirchnerismo más puro, con una mala utilización de los fondos públicos y una tendencia a postergar las decisiones políticas de peso para que no incidan en la elección. Eso es Kirchner.
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